Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Amor y renuncia

La charla informal durante el desayuno fue una oportunidad más de aprendizaje para los que escuchaban a aquella señora de semblante tranquilo y cabellos encanecidos por las primaveras ya vividas.

Ella puso el café y la leche en la taza y alguien le ofreció azúcar. Pero la señora agradeció diciendo que no usaba azúcar. Alguien le alcanzó rápidamente el edulcorante por pensar que debería estar cumpliendo alguna dieta.

Pero ella agradeció otra vez y dijo que tomaba apenas café con leche, sin azúcar y sin edulcorante dietético.

Su actitud causó admiración, pues pocas personas no usan azúcar. Pero ella contó su historia.

Dijo que poco después de casada había dejado de usar azúcar. Inmediatamente imaginamos que debería ser para acompañar al marido al que, seguramente, no le gustaban las alimentos dulces.

Pero aquella señora, que ahora recordaba con cariño a su esposo ya fallecido hace algunos años, aclaró que el motivo era otro.

Contó que el azúcar le gustaba mucho a su joven esposo, y también habló de la escasez del producto durante la Segunda Guerra Mundial.

Dijo que a causa del racionamiento conseguían solamente pocos kilos por mes y que mal alcanzaba para su compañero.

Ella, que lo amaba mucho, renunció entonces al azúcar para que no le faltara a su bien amado.

Declaró que después que la guerra terminó y la situación se normalizó, ya no le importaba más endulzar su café y que había perdido completamente la costumbre de comer cosas dulces.

 

Hoy en día, quizás una actitud de esas causaría espanto en los que no consiguen analizar el valor y la grandeza de una renuncia de tal tamaño.

Solamente quien ama verdaderamente es capaz de un gesto noble a favor de la persona amada.

En los días actuales, en que las parejas se separan por cuestiones tan insignificantes, vale la pena recordar las heroínas y los héroes anónimos que renunciaron o renuncian a tantas cosas para que la compañera o compañero logre la felicidad.           

Actualmente raros son los cónyuges que transigen en una simple opinión a favor  de la armonía en el hogar, vale recordar que la vida en pareja debe ser un ejercicio constante de renuncia y abnegación.

No estamos hablando de anularse ni de ser sirviente uno del otro, sino sencillamente de la necesidad de relevar o tolerarse los defectos mutuamente.

No es necesario llegar al punto de tener que transigir de algo de lo que se guste por capricho o exigencia del consorte, pero si podemos renunciar a algo para que nuestro amor sea feliz, esa será una actitud de gran nobleza de nuestra parte.

Al  fin de cuentas, el verdadero amor está hecho de renuncia y abnegación si no, no es amor, es egoísmo.

Si entre los que optaron por dividir el hogar, la cama y el cariño a dos, no existe tolerancia, ¿de quien  podemos esperar tal virtud?

Se usted aún no había  pensado en eso,  piense ahora.

Piense que, cuando se opta por vivir las experiencias del casamiento, se decide compartir una vida a dos y eso significa, muchas veces, transigir en algunos caprichos a favor de la armonía en el hogar.

Si usted sólo se ha dado cuento de eso después de casado, recuerde que la convivencia es un arte y un reto que merece ser vivido con toda dedicación y cariño. Pues cuando aprendamos a vivir en armonía dentro del hogar, estaremos preparados para vivir bien en cualquier sociedad.

 

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“El matrimonio es una sociedad de ayuda mutua, cuyos bienes son los hijos,  espíritus con los que nos encontramos vinculados por los procesos y necesidades de la evolución”.

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