Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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En una antigua ciudad de Persia, existía una Academia donde se reunían los sabios de la época. Se llamaba  Academia Silenciosa, porque sus miembros debían mantenerse callados en cuanto fuera posible, en meditación, resolviendo los problemas que les eran presentados.

Cierto día, en que todos estaban reunidos, se presentó un eminente pensador. Se llamaba Doctor Zeb y fue allí a proponer su candidatura a un lugar entre aquellos sabios.

El Presidente de la Academia lo atendió en silencio. Después, delante de los académicos, escribió el número mil en la pizarra con tiza, colocando un cero a su izquierda, haciéndole entender que este era su significado para los presentes.

El Doctor Zeb, sin enfadarse, borró el cero y  lo transfirió para el lado derecho del número, tornándolo diez veces mayor.

Sorprendido, el sabio tomó una copa de cristal y la llenó con agua de tal forma que, si una única gota fuera añadida, el agua se desbordaría.

El candidato, sin perturbarse, tomó un pétalo de una bella rosa que adornaba el recinto y lo colocó sobre el agua de la copa, que se mantuvo sin ninguna perturbación.

Delante de la excelente respuesta, el Doctor Zeb fue entonces admitido como miembro de aquel colegio de sabios.

*    *    *

A veces en la vida, nos sentimos cual cero a la izquierda. Creemos que no valemos nada, que nada de productivo para el mundo podemos ofrecer, que no hacemos falta.

Es un sentimiento de poca valía. En tales días, es importante acordarnos de la sabiduría del Doctor Zeb. Siempre tenemos algo que acrecentar de bueno, útil o bello para la vida.

Podemos ser el ama de casa, involucrada con las miles de tareas domésticas,  que se detiene en el jardín y planta una flor. Flor que se abrirá en color y perfume, embelleciendo el día.

Podemos escribir una nota a un amigo distante, telefonear a un compañero que está en la soledad. Todos podemos dar algo de nosotros.

Leer una página reconfortante para un anciano, cuyos ojos se apagaron con el transcurrir de los años. Pasear a un niño para que él se encuentre  con el calor del sol, salte alegre en el césped, llene de tierra y piedritas las manos menudas.

Podemos confeccionar un abrigo para calentar un pequeñito. Coser una pieza del ajuar para quien va a renacer. Sonreír, cantar.

¿Cuántos talentos poseemos y que nos olvidamos de utilizar, de valorar?

Cada persona, en la faz de la Tierra, es única y valiosa.

Nadie sustituye integralmente al otro, porque cada ser está especialmente dotado con un timbre de voz inigualable, de personalidad propia.

Pensemos en como en el mundo podemos ser el pétalo de rosa, que embellezca la copa llena de agua, acrecentando aun el delicado perfume de la presencia.

*    *   *

Todos poseemos recursos inimaginables que están en germen en nuestra alma, aguardando nuestros estímulos.

Poseemos el Cristo interno, poderoso, que es nuestro.

Permitamos que Él actúe a través de nosotros. Con Él, tendremos la decisión  para dejar los pensamientos enfermizos que se transforman en tormentos.

Salgamos a las calles, semejantes al sol de la primavera que golpea el invierno y anuncia que pronto habrá una explosión de flores y perfumes en el aire.

 

Redacción del Momento Espírita, con base en la Introducción del libro
Vida feliz y en el capítulo 10, del libro Filho de Deus, ambos del
Espíritu Joanna de Ângelis, psicografía de Divaldo Franco, ed.
LEAL.
En 31.3.2014.

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