Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Poema para Dios

Un día el alma despierta y se encanta con la mañana que se despereza en el horizonte.

Se siente como flotar por encima y más allá de la escala humana.

Entonces, se acuerda que es hija de un Padre amoroso y bueno. Recuerda a un Creador que todo lo provee para todos.

Y llena de gratitud, desborda su alma en versos:

Dios, Inteligencia de las inteligencias, Causa de las causas, Ley de las leyes, Principio de los  principios, Razón de las razones, Conciencia de las conciencias.

Tenía razón Isaac Newton al descubrirse cada vez que pronunciaba Vuestro nombre.

Dios, Padre bondadoso, yo encuentro a Vos en la naturaleza, Vuestra hija y nuestra madre.

Reconozco a Vos, Señor, en la poesía de la creación, en el viento que tañe armonías en la cabellera de los árboles.

En los colores que se presentan en tan variados matices y gradaciones.

En las aguas que corren, silentes, en riachuelos minúsculos, en las cascadas que se lanzan, ruidosas, de alturas considerables, en el verdor del césped que alfombra el jardín y las plazas.

Reconozco a Vos, Padre, en la flor de los  jardines y pomares, en la hierba de los valles, en los matices de los campos, en la brisa de los prados.

Señor, encuentro a Vos en el perfume de las campiñas, en el murmullo de las fuentes, en el susurro de las más pequeñas ramas de las copas de los árboles.

También descubro a Vos en la música de los bosques, en la placidez de los lagos, en la altivez de las montañas, en la amplitud de los océanos, en la majestad del firmamento.

Veo a Vos, Señor, en el niño que sonríe, juega, salta y distribuye alegrías, provocando risas.

Reconozco a Vos, Padre, en el anciano que anda lento, que tropieza. Pero, sobre todo, en la inteligencia que él revela, resultado de sus experiencias bien vividas.

Yo descubro a Vos en el mendigo que implora, en la mano que ayuda, en la madre que vela, en el  padre que instruye, en el Apóstol que evangeliza.

¡Dios! Reconozco a Vos en el amor de la esposa, en el afecto del hijo, en la estima de la hermana, en la misericordia indulgente.

Y encuentro a Vos, Señor, en la fe de aquel que la tiene, en la esperanza de los pueblos, en la caridad de los buenos, en la entereza de los íntegros.

Reconozco a Vos, Señor, en la inspiración del poeta, en la elocuencia del orador, en la creatividad del artista.

¡También encuentro a Vos en la sabiduría del filósofo, en la intelectualidad del estudioso, en los fuegos del genio!

Y aún estás en las auroras polares, en lo argénteo de la luna, en el brillo del sol, en la refulgencia de las estrellas, en el fulgor de las constelaciones.

¡Dios! Reconozco a Vos en la formación de las nebulosas, en el origen de los mundos, en la génesis de los soles, en la cuna de las humanidades, en la maravilla, en el esplendor, en lo sublime del Infinito!

Finalmente, entiendo a Jesús cuando ora:

Padre nuestro, que estás en los cielos...

O a los ángeles cuando cantan: Gloria a Dios en las alturas...

 

Redacción del Momento Espírita, basada
en un poema de Eurípedes Barsanulfo,
del libro
O homem e a missão,
de Corina Novelino, ed. IDE.
Em 6.1.2014.

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