Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Amor sin ilusión

Cuéntase que un joven caminaba por las montañas nevadas de la vieja India, absorbido en profundas elucubraciones sobre el amor, sin poder solucionar sus ansiedades.

A lo largo del camino, delante suyo,  notó que venía en su dirección un viejo sabio.

Demorado en sus pensamientos sin encontrar una respuesta que le aquietase el alma, resolvió pedir al sabio que lo ayudara.

Se le acercó y le habló con verdadero interés:

- Señor, deseo encontrar a mi amada y construir con ella una familia con base en el verdadero amor.

- Mientras tanto, siempre que viene a mi mente una joven bella y graciosa y yo la miro con atención, en mis pensamientos ella se va transformando rápidamente.

- Sus cabellos se vuelven blancos como la nieve, su piel rosada y firme empalidece y se llena de profundas arrugas.

- Su vivo mirar pierde el brillo y parece perderse en el infinito. Su forma física se modifica acentuadamente y yo me aterrorizo.

 Deseo saber, mi sabio, ¿cómo el amor podrá ser eterno, tal como dicen los poetas?

En ese mismo instante se les acerca una joven con trajes de luto, que trae en su rostro expresiones de profundo dolor.

Se dirige al sabio y le habla con voz embargada:

- Acabo de enterrar el cuerpo de mi padre que murió antes de completar 50 años.

- Sufro porque nunca podré ver su cabeza blanca aureolada de conocimiento. Su rostro marcado por las arrugas de la experiencia, ni su mirar madurado por las lecciones de la vida.

- Sufro porque no podré más oír sus historias sabias ni contemplar su sonrisa de ternura.

- No veré sus manos arrugadas tomando las mías con profundo afecto.

- En ese momento el sabio se dirigió al joven y le habló con serenidad:

- ¿Te das cuenta ahora de los matices del amor sin ilusiones, mi joven?

- El amor verdadero es eterno porque no se apega al cuerpo físico, sino que su afecto se arraiga al ser inmortal que lo habita temporalmente.

- Es en esos sentimientos sin ilusiones ni fantasías que reside el verdadero y eterno amor.

La lección del viejo sabio es de un gran valor para todos nosotros que buscamos las bellezas de la forma física sin contemplar las grandezas del alma inmortal.

El sentimiento que valora solamente las apariencias exteriores no es amor, sino pasión ilusoria.

El amor verdadero contempla, además del aspecto físico que se desgasta y muere, el alma que se perfecciona y lo deja cuando llega el momento, para proseguir viviendo y amando, tanto cuanto  permita su corazón inmortal. 

¡Piense en ello! 

Las flores, por más bellas que sean, un día se marchitan y mueren... Pero su perfume permanece en el aire y en el olfato de los que lo supieron guardar en frascos adecuados.

El cuerpo humano, por más bello y lleno de vida que sea, un día envejece y muere.

Pero las virtudes del espíritu que de él se liberta continúan vivas en los sentimientos de los que las supieron apreciar y preservar, en el frasco del corazón.

¡Pensemos en eso!

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