El escenario es común, la escena es simple. En un banco del jardín de la casa están ?sentados un hombre mayor y un joven.
El joven lee el periódico con atención. El anciano parece inmerso en algo indefinible.
Entonces, un pequeño pájaro se posa en el arbusto cercano y canta. El hombre parece despertar y pregunta:
¿Qué es eso? - señalando con el dedo a la pequeña ave.
El joven alza los ojos y dice secamente: Es un gorrión.
El avecita salta de una rama a otra y la pregunta se repite: ¿Qué es eso?
La respuesta ahora no es solamente seca, sino también denota enfado: ¡Ya te lo he dicho, es un gorrión!
El pájaro vuela del arbusto para el árbol, continuando en su baile matinal.
¿Qué es eso? - suena de nuevo.
Ahora el joven se irrita y casi grita: ¡Es un gorrión!
El pájaro, feliz, prosigue con su danza. Alza el vuelo y parece desaparecer. Pasaron unos pocos segundos y vuelve al suelo, picoteando aquí, saltando allí.
El hombre lleva la mano a los ojos, como si desease ajustar la visión borrosa y con natural curiosidad pregunta:
¿Qué es eso?
El hijo responde en altos gritos: ¡Es un gorrión! Ya te lo he dicho: un gorrión.
Y deletrea, gritando: G-o-r-r-i-ó-n. ¿No lo entiendes?
El hombre se levanta, sube los peldaños, se adentra en la casa, lento y decidido. Poco después, regresa con un viejo cuaderno en las manos.
La portada es hermosa, denotando que ha sido guardado con cuidado, como se guardan preciosidades.
Lo abre, busca algo y luego lo entrega al joven, todavía inquieto y rabioso.
¡Lee! – pide él. Y añade: ¡En voz alta!
Hay sorpresa en el joven, que lee pausadamente y cada vez con mayor emoción: Hoy, mi hijo menor, que hace unos días cumplió 3 años, estaba sentado conmigo en el parque cuando un gorrión se posó delante de nosotros.
Mi hijo me preguntó 21 veces lo que era aquello y yo respondí todas las 21 veces que era un gorrión.
Lo abracé todas las veces que el repitió la pregunta, vez tras vez, sin enfadarme, sintiendo cariño por mi inocente hijito.
Entonces, el hijo mira a su padre. Hay culpa y dolor en su alma.
Lo abraza, con lágrimas en los ojos, le besa el rostro enmarcado por la barba sin afeitar.
Lo estrecha, tirándolo hacia él. Y así se quedan: un corazón oyendo a otro corazón.
* * *
Escenas como esa ocurren todos los días en miles de hogares, en todo el mundo.
Nuestros ancianos, de brazos con el mal de Alzheimer, demencia senil u otras problemáticas, indagan, preguntan, cuestionan.
La memoria reciente les falla. Sumergidos en retazos de recuerdos del pasado, no entienden por qué reciben gritos como respuesta.
¡Pensemos en ello! Y si las lágrimas nos humedecen los ojos, no tengamos vergüenza de abrazar con amor a nuestro viejo padre, nuestra madre, abuela, abuelo, madrina, tía... Ahora.
Redacción del Momento Espírita
con base en el cortometraje ¿Qué es eso?,
de Constantin Pilavios, de la Movie Teller Films.
En 29.10.2013.