Las manos sudan, el cuerpo tiembla, la respiración se hace jadeante, una sensación de nauseas y la palpitación evidente en el corazón.
Estas son las señales de uno de los males modernos: la ansiedad.
Actualmente, la vida es un cúmulo de exigencias: en el trabajo, en la familia, en las relaciones sociales.
Tenemos cada vez más actividades, compromisos, desafíos. Una lista enorme de tareas pendientes, pero no siempre hay tiempo suficiente para realizarlas.
Surge, entonces, la desagradable sensación de que tenemos que hacer más de lo que somos capaces.
Es muy frecuente oír quejas como: Tengo mucho que hacer, pero solo quería dormir, estar con mi familia, ver una buena película, jugar con mis mascotas…
Por otro lado, las exigencias de la vida moderna nos obligan a hacer cursos, perfeccionar los conocimientos. Es la edad de la información.
¿Cómo conciliar lo todo con el deseo natural de instruirse, progresar en la vida, aprovechar las oportunidades, evolucionar?
El camino del equilibrio es la solución.
Es natural desear el progreso y el perfeccionamiento, tanto en el aspecto ético-moral como en el intelectual.
Es de la naturaleza humana estar en constante aprendizaje, adquiriendo conocimientos y aumentando el valor de su bagaje cultural.
Pero el gran problema de nuestros días es la ausencia de límites. Estamos cada vez más gobernados por las presiones externas, manipulados por las imposiciones de los diversos grupos sociales.
Difícilmente pensamos por nosotros mismos. No solemos meditar sobre lo que realmente nos interesa.
En general, tomamos las decisiones bajo intensa presión. Resultado: queremos hacer de todo un poco. Queremos leer de todo para no ser tachados de incultos. Y la consecuencia inmediata es el estrés. El cuerpo no soporta tanta presión, se enferma.
Nuestra reacción a este mundo globalizado debería ser pacífica: Aprenderé lo que pueda, cuándo pueda y a mi ritmo, sin forzar mi naturaleza.
Trabajaré hasta el límite de mis fuerzas, haciendo lo mejor que pueda, pero sin la obligación de probar nada a jefes o compañeros de trabajo.
Y en todo ello, ¿en qué se traduce? En tener el control de la propia vida.
Es muy significativa para los días actuales una sentencia de Jesús: No os afanéis con lo que habéis de comer o de beber. ¿No es el cuerpo más que el vestido?
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Si crees en Dios ten en mente que jamás estarás desamparado.
Todo estará bien si permaneces en paz. Pues la paz generará la salud del cuerpo y con ella podrás trabajar, sustentar la familia, adquirir los bienes que quieras.
Únicamente sé cauteloso: no te dejes involucrar en el maremágnun del mundo, para que este no te arrastre al centro del huracán del estrés.
Vigila tus reacciones. Reflexiona acerca de tus planes de vida. Pregúntate a ti mismo: Realmente, ¿para qué quiero esto?
Haz la diferencia entre lo superfluo y lo necesario y verifica si tu opción no está contaminada por los excesos.
Verás al final que, de forma natural, la ansiedad poco a poco desaparecerá.
Redacción del Momento Espírita.
Disponible en el CD Momento Espírita Español, v. 1, ed. FEP.
En 24.6.2014.