Si hoy pudieras hacer un único pedido, ¿qué harías? Si un genio de la lámpara se te apareciera como por milagro, ¿qué pedirías?
Muchos, en esa fantasía, piensan pedir grandes sumas en dinero. Otros, pasar temporadas sin fin de vacaciones en algún lugar paradisíaco. Otros más desearían largos períodos de tiempo para satisfacer sensaciones y pasiones.
No obstante, si preguntáramos a un tetrapléjico cuál sería su mayor deseo o a un ciego, ¿qué contestarían? Para el portador de una enfermedad incurable, ¿cuál sería su pedido?
La respuesta parece clara, en cualquiera de estos casos. Ellos desearían milagros de los que nosotros, que no estamos en estas situaciones, somos portadores.
A menudo deseamos cosas sin sentido o infantilidades, olvidándonos de que recibimos milagros de la vida todos los días.
Deseamos tener ojos más expresivos, o de otro color, otro formato... Y algunos solo desearían ver.
Deseamos tener un cuerpo más delgado, más atlético, un cuerpo de formas más armoniosas. Y algunos... solo un cuerpo con salud.
Tantos se quejan deseando ser más altos, tener piernas más proporcionales. Otros se quejan de los pies que les parecen feos. Y algunos... solo desearían caminar.
Son tantos que se quejan de la voz estridente de alguien, del ruido de la calle, del llanto del niño que vive al lado. Y algunos... solo desearían escuchar.
Diariamente el milagro de la vida y sus riquezas nos ofrecen regalos, pues nos dan la oportunidad de presenciar y vivir la grandiosidad de las cosas de Dios.
Son inúmeros los milagros que nos suceden y que pocas veces nos damos cuenta. Al final, ¿cuál fue la última vez que nos acordamos de agradecer a Dios por la salud?
¿Cuándo nos acordamos de agradecer al Padre por la familia, por los amigos, por tener a quién amar e por ser amados?
¿Cuál fue la última vez que agradecemos por el cuerpo del que disponemos, por las condiciones en las que vivimos, por las oportunidades que la vida nos ofrece?
Siempre que imaginemos la necesidad de un gran genio de la lámpara que se nos aparezca a fin de hacer algún milagro que deseamos, es necesario recordar que estamos rodeados de milagros de la vida.
Un día, nuestro cuerpo se inició con solo una célula, y hoy son billones de ellas a ofrecernos la inmensa oportunidad de la experiencia terrena, del aprendizaje, del resarcimiento de nuestras economías morales ante la Ley de Dios.
Eso ya es suficiente para tener el corazón pleno de gratitud.
Y, por si acaso, un día, un genio de la lámpara nos pregunte cuál es nuestro pedido, que podamos tener la alegría de contestar que no tenemos nada que pedir, solamente que agradecer, frente a todo lo que la vida nos ha ofrecido hasta el día de hoy.
Redacción del Momento Espírita.
En 13.06.2011.