¿Alguna vez se dio cuenta de que, generalmente, acostumbramos donar nuestros bienes, sólo después de la muerte?
Por supuesto, esto equivale a decir que legamos nuestras riquezas a familiares próximos o distantes, registrando en testamento todas nuestras voluntades.
Establecemos la división equitativa o no, disponer de bienes capitales e inmuebles, joyas, títulos, billetes de banco y monedas a favor de los que permanecen en la carne.
Algunos de nosotros incluso en estas últimas disposiciones, imponemos condiciones a los herederos para que puedan tener en sus manos lo que legamos.
Registramos deseos absurdos que retratan, en síntesis, que mismo partiendo a la vida espiritual, nuestra intención es continuar a comandar la vida de los otros, gracias a la herencia que le decimos donar.
A veces vamos al punto de determinar lo que los herederos deberán hacer con los valores que les dispensamos.
Ponemos las cláusulas testamentarias estableciendo que ciertos porcentajes se utilicen a la práctica de la caridad, ya sea directamente o a través de instituciones.
En este caso, estamos de acuerdo, que si somos cristianos sabemos que nuestro deber es servir al hermano que sufre, tan pronto como sea posible, y por nosotros mismos.
Por lo que Jesús nos enseñó que más importante que dar es donarse.
También somos conscientes de que el bien tiene un valor real sólo cuando parte del corazón y al corazón se dirige.
Lo que significa que la distribución de lo que sea, por imposición, no llevara siempre el sello del amor y la donación espontánea.
¿Seguimos pensando que, si durante los años de nuestra vida, no nos esmeramos en ejemplificar la caridad, si no nos preocupamos de enseñar a los hijos, nietos, sobrinos, a quien quiera que sea, el verdadero significado de la caridad, como queremos que la practiquen en virtud de la cláusula testamentaria?
Debemos revisar nuestra actitud ante la vida. En primer lugar, iniciando con compartir todo lo que exceda nuestros armarios, que son ropas, zapatos, alimentos, libros, etc...
En segundo lugar, educando aquellos por quien somos responsables, a la luz meridiana del verdadero Cristianismo.
Todo esto, mientras se pueda, ya que estamos en el camino, mientras que la lucidez nos comanda el raciocinio.
Repartir el pan del cuerpo y del alma, que tenemos que distribuir, de lo que dispongamos, en favor de nuestros hermanos es una medida que prescribe el Cristianismo, desde los primeros versos de la Buena Nueva.
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Los recursos atesorados siempre deben ser entendidos como un medio y no como un objetivo en nuestras vidas.
En la Tierra, las cosas tienen un valor que les damos. Entre otras cosas, el dinero es el peso exacto que ofrecemos.
Redacción del Momento Espirita, con frases finales del
articulo Dinheiro, del libro Repositório de sabedoria, v. 1,
por el Espíritu Joanna de Angelis, psicografía de
Divaldo Pereira Franco, ed. Leal.
En 06.05.2010.