Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Oda a la alegría
 

Era el día 07 de mayo de 1824.

Los espectadores privilegiados que estaban sentados en la platea del Teatro en Viena, en ese entonces capital del Imperio Austriaco-Húngaro, no imaginaban que presenciarían la primera audición mundial de la mayor obra prima de la Historia de la música.

Aunque el autor ya fuese una celebridad y recibido en aquel mismo día con una ovación digna de las plateas de música pop de hoy, la reacción fue sorprendente.

El comisario de policía tuvo que intervenir para silenciar la explosión de aplausos en la llegada del alemán: Ludwig Van Beethoven.

Era el día de la primera presentación de su Novena Sinfonía.

Después de las palmas, una gran extrañeza.

Hasta entonces, la sinfonía - forma musical para orquesta consagrada en el clasicismo - excluía por definición las voces humanas.

Sin embargo, en el escenario estaban sentados cuatro solistas y un coral en cuatro partes.

Para aumentar la perplejidad, mientras todos los demás instrumentos desenvolvían movimientos que superaban la racionalidad clásica, el coral y los solistas permanecían en silencio.

Ellos entrarían solo en el cuarto y último movimiento.   

Beethoven, tres años antes de su muerte, realizaba un deseo que alimentaba desde los veinte y dos años de edad: musicalizar el poema alemán Oda a la alegría, de Schiller.

Y era lo que hacía en el último movimiento de la obra, rompiendo la última barrera del modelo sinfónico.

 Oh amigos, ¿no llegan esos tonos? ¡Entonemos otros más agradables y más alegres! - Vibró el barítono en oratoria.

Los bajos del coro le respondieron fuertemente: Alegría, alegría - y con la orquestra en silencio, empezó a sonar uno de los temas más conocidos de la música occidental.

El tema proclamaba: Todos los hombres serán hermanos.

Era el poema de la fraternidad universal, musicalizado por la genialidad y sensibilidad inigualables de Ludwig.

¡Abrazaos millones de hermanos! ¡Lleven este beso a todo el mundo!

*   *   *

El arte es lo bello expresando lo bueno.

Es la expresión de la belleza eterna, una manifestación de la poderosa armonía que rige el Universo.

Invitar el arte a nuestra vida diaria es tener a la disposición un excelente instrumento de civilización y perfeccionamiento.

La influencia de la música sobre el alma y su progreso moral, es reconocida por todo el mundo. Pero la razón de esa influencia, generalmente es ignorada.

Su explicación está contenida en este hecho: la armonía coloca el alma bajo la potencia de un sentimiento que la desmaterializa.

Redacción del Momento Espirita, con citaciones
del capítulo A música espírita, del libro Obras
póstumas, de Allan Kardec, ed. Feb, Brasil.
En 26.04.2010.

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