¿Tú
amas a Dios? ¿O tienes miedo de
Dios?
Aún
en nuestros días oímos la expresión: "¡Cuidado, Dios castiga!"
O
entonces: "Él es un hombre temedor de Dios". Temedor significa que
teme, que tiene miedo.
Las
frases son muy infelices y no son verdaderas.
¿Por
qué temer a Dios?
Si
aceptamos el concepto de Moisés, el gran legislador del pueblo Hebreo,
seguramente tendremos miedo de la Divinidad.
Porque,
al presentar la idea de Dios a los hombres de aquella época, hace más o menos
cuatro mil años, Moisés lo presentó como celoso, vengativo. Un Dios injusto
pues castigaba a un pueblo entero por la falta de su jefe.
Era
el Dios de los ejércitos que presidía los combates contra el dios de los otros
pueblos.
Un
Dios que recompensaba y punía sólo por los bienes de la Tierra. Que hacía que
se creyera que había felicidad en la esclavitud de los otros pueblos.
Pero,
después de Moisés vino Jesús. Y una de las partes más importantes de la
revelación del Cristo es el punto de vista por el cual Él nos presentó a Dios.
El
Padre que ama a sus hijos. Soberanamente Justo y Bueno. Lleno de mansedumbre y
de misericordia. Padre que perdona las faltas de sus hijos y le da a cada uno
según sus obras. El Padre de todas las criaturas, que extiende su protección
sobre todos sus hijos.
Dios
grande que ve el menor pensamiento de sus hijos y que no da importancia a la
forma con que esos hijos lo honran.
No
es un Dios para temer. Es un Dios para amar.
Todo
en la creación revela el amor de Dios por sus hijos. El Universo es un poema de
belleza y perfección.
La
Tierra preparada hasta en los mínimos detalles para que el hombre pueda en ella
vivir y progresar.
Las
semillas que se reproducen según su especie y sacian el hambre.
Los
ríos, lagos y vertientes que proporcionan el líquido precioso.
Las
estaciones con sus características. Las variedades infinitas de plantas, de
animales.
Dios
que crea Espíritus simples e ignorantes y los coloca en sus viviendas, los
mundos, para que progresen y conquisten sabiduría hasta alcanzar la perfección.
Dios
que ama.
¡Piense
en ello!
Dios
quiere su progreso. Dios quiere su bienestar, que sea el fruto de una vida
saludable, que resulta de un perfeccionamiento moral.
Dios
quiere su paz legítima, después de tranquilizar la ansiedad de su corazón y
regularizar las deudas de su conciencia.
Dios
quiere su amor, superadas las inestabilidades de su emoción.
Dios
quiere lo mejor para ti.
Si tú aún no has descubierto cómo, ten la
seguridad que Él concede todos los días los medios para conseguir todo esto,
definitivamente, sin posibilidad de perder.