El Espiritismo nos enseña que Dios rige el Mundo con base en leyes perfectas, llenas de justicia y misericordia.
Ningún acto moral de Sus hijos se queda sin consecuencias.
Siempre existe una respuesta justa ofrecida en el tiempo cierto.
Como se trata de un Padre amoroso, la aplicación de Sus leyes objetiva el perfeccionamiento de todos.
La opción por el bien siempre es recompensada por múltiples beneficios.
Una atmósfera de paz y oportunidades se conjuga alrededor de aquel que se esfuerza para ser digno y bondadoso.
De tiempo en tiempo el amante del bien es confrontado con pruebas para crecer aún más.
Pero siempre con el amparo justo de las fuerzas celestiales.
El equivocado sigue también bajo los auspicios del Alto.
A lo largo de los siglos los equívocos preponderaron.
Muchos se permitieron actos de piratería y rapiña, por los cuales sembraron la tragedia en la vida del semejante.
Otros lucraron con la esclavitud.
Ocurrieron guerras y persecuciones de índole racial y religiosa.
Muchos se dispusieron a desempeñar el deplorable papel de seductores en la busca de los placeres efímeros.
Aún hoy existen aquellos que hacen de la fe objeto de comercio.
En la política persiste la búsqueda del interés propio disfrazado con pomposos discursos.
Todos esos desatinos son objeto de registro minucioso en la conciencia individual.
Con el fin de posibilitar el perfeccionamiento moral la misericordia divina faculta el olvido del pasado.
A cada encarnación el Espíritu tiene la oportunidad del recomienzo.
Sin embargo, el registro de todo lo que hicimos persiste indeleble en nuestra estructura íntima.
Las personas genuinamente virtuosas son un tanto raras en la historia de la Humanidad.
Siendo así, sería desastrosa para el hombre común la recordación plena de lo vivido en el transcurso de los milenios.
Él no resistiría si todas las consecuencias de sus actos lo alcanzasen de una sola vez.
La excelsa compasión atenta a la fragilidad humana permite que se amortice en suaves cuotas lo acumulado en débitos contraídos.
Ella permite al Espíritu el olvido del mal practicado y que se reconstruya en el bien mediante pequeñas luchas y conquistas.
Sin embargo, es necesario realmente optar por el bien.
Después de tantas existencias el tiempo urge para la Humanidad terrenal.
Una nueva era de paz y responsabilidad se avecina y es necesario ser digno de ella.
El momento pide una buena aplicación de los talentos propios.
Como la regeneración es inevitable, el abuso continuado de la misericordia actuará como un clamor por justicia.
Enterado de eso, medita acerca de lo que estás haciendo de los recursos amorosamente depositados en tus manos por el Excelso Poder.
Pondera que el auxilio al prójimo es un deber no un favor.
La Providencia te ampara los pasos desde siempre, mientras aguarda que aprendas justamente la lección de la fraternidad.
Piensa en eso.
Redacción del Momento Espírita.
En 16.11.2009.