Mañana, cuando yo haya partido, deseo que me recuerdes como alguien que te amó mucho.
Deseo que me recuerdes como aquella persona que aguardó meses para que florecieras en el mundo.
Y cuando te miró pequeñita necesitada de tantos cuidados, tuvo otros tantos meses de sobresalto constatando tu fragilidad.
Deseo que recuerdes que fuiste muy amada, desde el anuncio de tu concebimiento.
Nacida, fuiste amada por la belleza de tus rasgos, por el brillo de tus ojos y por la gracia de cada gesto tuyo.
Deseo que recuerdes que aguardé tus primeros balbuceos con ansiedad, para asegurarme que podías dominar las palabras.
Vibré con cada conquista tuya. Estuve a tu lado cuando uniste las letras y leíste tu primera frase. Y tu primer libro.
Que te busqué en la escuela en los días de sol y de lluvia. Y más de una vez anduve contigo bajo la lluvia, porque de niña te gustaba andar bajo la lluvia.
Que te acuerdes de todas las veces que te llevé al parque. Rodé contigo en el césped. Subí y bajé los cerros porque decías que querías vencer la montaña. Y nunca te dije que aquél era solo un pequeño cerro.
Escalé la montaña, crucé el pequeño arbolado, jugando a explorar entre florestas.
Cuando yo ya no esté a tu lado en esta vida, recuerda que acompañé tus victorias en la escuela, en la danza, en la música.
Recuerda mis aplausos, las lágrimas de felicidad, las sonrisas y los abrazos.
Recuerda las visitas a la Biblioteca, las investigaciones realizadas en grupo, la búsqueda en los libros y en internet.
Espero que tengas todo guardado en tu memoria. Los regalos escogidos, los paseos programados, las idas al cine, la palomita, el refresco, la merienda, el helado.
Espero, sobretodo, que recuerdes de nuestras charlas, de los comentarios acerca de las escenas vistas e repetidas.
De la emoción de los conciertos y como introduje la buena música en tu vida, en una época que estabas más interesada en sonidos altos, ruidos y agitación.
Como has descubierto la música clásica, erudita y la belleza de la música popular, regional e internacional, pasando a apreciarlas en el tiempo y en el momento debidos.
Espero que recuerdes de los valores morales que ejemplifiqué, de los diálogos con Dios que tantas veces te hablé, espontáneos, brotando del corazón.
De las oraciones que hicimos juntas en las noches en que no podías dormir, en los días de enfermedad, en los momentos de alegría.
Por amarte mucho, donde yo esté seguiré velando por ti. Y deseo que nunca te olvides de eso.
El mundo puede presentarte espinos y herir tus sentimientos. Aquello que esperas puede que no llegue. Personas pueden darte las espaldas.
Pero, yo estaré velando por ti porque el amor no fenece con el tiempo, ni desaparece cuando partimos de un mundo para el otro.
Será muy importante que no te olvides de eso: del sentimiento que jamás se extingue con el tiempo, con la edad, con las alteraciones más intensas y profundas.
Por fin, espero que puedas recordarme con el mismo cariño y ternura que te acaricié los años, los sueños, las conquistas.
Porque me hará muy bien, donde yo esté, recibir las flores de tu corazón, perfumadas, suaves, diciendo que vivo en tu memoria y en la dulzura de tu afecto.
Redacción del Momento Espírita
En 15.07.2009.