La Tierra nos acogió cuando nacemos. El planeta que vio nacer a nuestros antepasados deberá ver también la llegada de nuestros descendientes.
Mucho tiempo después de que dejemos el suelo de esta Tierra, el sol va a calentar los hombres del futuro que vendrán. ¿Y qué mundo habremos dejado para la generación de mañana?
No tenemos la costumbre de pensar en la generosidad de la Tierra que nos recibió, ofertando frutos y flores, sombra y agua.
Al contrario, a lo largo de los siglos, encharcamos el suelo con sustancias corrosivas, revolvemos la tierra en la búsqueda de riquezas, matamos árboles, ensuciamos aguas, desperdiciamos recursos, contaminamos el aire.
En fin, seguimos olvidándonos de que los recursos naturales necesitan renovación y cuidado. El descuido de milenios entonces, surgió.
Hoy, los resultados están delante de nosotros: lluvia ácida, ríos que se hacen casi sólidos, montañas de basura.
Animales y plantas que mueren, que se extinguen como si fueran burbujas que simplemente revientan en el aire.
Nuestro planeta agoniza, sofocado por nuestra displicencia.
¿Podemos de hecho hacer algo? ¿Qué actitud tomar?
Créanme: todos, sí podemos, retribuir la generosidad de esa Tierra que nutre sus hijos.
Hoy es el día de un nuevo comienzo, día de amar más la Tierra, la naturaleza.
Mira por algunos momentos para el cielo claro. Piensa en el aire limpio que entra en tus pulmones. Y en homenaje a todo eso, deja el coche en casa... Por un día que sea.
Por un instante nada más, recuerda las flores que brotan en ventanas y balcones. Flores salvajes, urbanas, flores en rosa, rojo, naranja, blanco y amarillo.
Recuerda de ese perfume y belleza. Y retribuye, evitando el desperdicio con que se hace la montaña de basura que sotierra las flores.
Ahora, ten en mente los regatos claros, las corrientes de agua, los ríos inmensos, el océano formidable.
Piensa en cada vaso de agua fresca que sacia la sed y haz un gesto de gratitud: ahorra agua siempre que puedas.
En esos pequeños gestos del cotidiano es que conseguiremos revertir el cuadro de los días actuales. De poco en poco, seremos obligados - por el propio instinto de supervivencia - a cuidar más del mundo donde vivimos.
Y, si el hombre firmar ese compromiso consigo mismo, quien sabe un día, de nuevo, habrá aire puro, cielo azul, agua limpia y un lugar adorable para se vivir.
Pero no te engañes. Todo eso depende - y mucho - de ti. De los gestos de responsabilidad ambiental que tomares, de los ejemplos que des, de la educación que ofrezcas a tus hijos.
Ese es un tiempo de escojas, de decisiones.
Piensa en eso. Y, un día, cuando tus ojos físicos se hayan cerrado en este mundo - mismo que los hombres no se recuerden que viviste aquí, tu memoria estará viva en la brisa que agita las hojas, en las corrientes de agua.
Los perfumes y los colores de la Tierra recordarán de ti y de tus gestos de amor.
* * *
Depende de cada uno de nosotros la Tierra de mañana. Tanto moral como físicamente.
Nosotros partiremos, en algunos años. Pero, habremos de regresar a este mundo, otras veces, en otras épocas, en nuevos cuerpos.
¿Qué deseamos encontrar, en nuestro regreso?
¡Pensemos en eso, ahora!
Redacción del Momento Espírita.
En 13.04.2009.