La figura de Jesús no encuentra equivalente en ninguna otra.
Cualquiera que sea la personalidad humana que se pretenda estudiar, presenta matiz de luz y sombra.
En algún aspecto de su vida, titubeó y cometió deslices.
Con Jesús eso no se verifica.
Él es el Modelo dado por Dios a todos los hombres.
Al surgir en el escenario terreno, ya había atingido el ápice de Su estado evolutivo.
Aunque esencialmente humano, no portaba ninguna de las mancillas comunes a los hombres.
Justamente por eso, causó tanto impacto.
Como Ser perfecto, no Se dejó contaminar por deseos y prejuicios humanos.
Trascendió a todos los vicios, aunque lleno de compasión por los pobres viciados.
Su celestial sabiduría confundió a los doctores de la época.
Siempre pacífico, no por eso dejó de combatir la hipocresía.
Sin faltar con el respeto a las consciencias ajenas, trató de demostrar en que realmente consistía la esencia de las Leyes Divinas.
Valorizó las mujeres, en una época en que ningún derecho se les era reconocido.
Trató de leprosos, cuando todos huyan de ellos.
Amparó y encaminó prostitutas, quienes eran objeto de intenso menosprecio.
Convivió con personas de mala vida, sin importarse con las críticas.
Abrió los brazos a los niños, encantado con su fragilidad y con la pureza que simbolizan.
Gastó tiempo con seres ignorantes y rudos, siempre paciente y bienhechor.
Vivió en el mundo, sin ser del mundo.
Amparó, cuidó y esclareció a toda la gente, sin jamás ser manchado por la impureza que Le rodeaba.
Cualquiera que sea el ángulo por el que se observa, la grandeza de Jesús impresiona.
No Se dejó tocar por los prejuicios propios de la época.
Amó sin esperar ser amado.
Enseñó y vivió la compasión en un periodo de sentimientos rudos y hábitos crueles.
Movió recursos magnéticos y de cura hasta hoy desconocidos.
Lanzó la idea de la vida futura, como una esperanza para todos los hombres.
Sustituyó el concepto de un Dios vengativo y cruel por el de un Padre amoroso.
Se trata de una figura incomparable, superior a cualquier otra.
Y es Suya la invitación que resuena, a través de los siglos:
¡El que quiera venir en pos de Mí, renuncie a si mismo, tome su cruz y sígaMe!
* * *
En algún momento será necesario atender al amoroso llamado, romper con el pasado de equívocos y marchar para la luz.
¡Tu momento puede ser ahora!
Piensa en eso.
Redacción del Momento Espírita.
En 30.12.2008.