Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone La respuesta de Dios
 

Es como sumergir  en un mar de aguas frías. En todas partes el frío, el abandono. Nadie a la vista, nada de sonrisas calurosas, manos amigas, solidaridad.

Es así cuando el mundo nos da las espaldas, los amigos se alejan y nada parece salir bien.

En esos momentos nos ocurre preguntar: ¿Dónde están las personas amables, los buenos sentimientos? ¿Dónde se escondió el amor que todos alabamos?

En los rincones del alma crece entonces un sentimiento infeliz: que no somos dignos de ser amados. ¡Y deseamos ser inmensamente  amados!

Queremos alegrías, caricias, gentilezas y sonrisas. Si nos falta eso, se queda una nube gris, un corazón destrozado.

En esos momentos sale de la garganta un pedido de socorro, un grito que corta los cielos y llega a Dios. Y decimos   entre sollozos: ¿Puedes oírme, Padre mío? ¿Estás ahí? Déjame sentir Tu mano sólo por un instante.

Y si el alma está atenta, el corazón abierto, la luz abre el camino por entre las tinieblas. Es como un sol surgiendo después de la lluvia, sus rayos disipan las nubes pesadas, su calor se esparce por la Tierra.

Es la respuesta de Dios. Su voz suena en nuestros oídos, susurrando: Si, mi hijo, aquí estoy. Confía, espera, supera, aguarda. Aquí estoy.

Sólo Esa voz Divina posee el poder de restaurar nuestra alma, de calentar el agua fría que nos rodea.

Dios es alegría. Estar unido  a Él es alcanzar un regocijo permanente, Su voz resonando en nuestro corazón, consolando, explicando. Es como una música feliz que aleja el resentimiento, restaura la paz y devuelve la sonrisa.

Por eso, en las horas más difíciles cuando la soledad se manifieste y surjan las lágrimas, apenas silencie la voz en la garganta.

Deja que el alma hable. En vez de quejas, permita que tu voz interior busque Aquel que creó todas las cosas. Dirija al Padre Divino una oración de reconocimiento y amor, que diga más o menos así:

En el derrotero de los días, en los caminos del Mundo, en la humildad de mi alma, aquí estoy, Amigo mío, Amado mío.

Haz de mi vida lo que sea mejor para mí. Aunque sangren mis pies, aunque mis labios sólo expresen gemidos, confío en Ti.

Escuchar Tu voz en la Naturaleza es como recordar una canción de la infancia. Guitarras con notas claras traduciendo brisas y carcajadas de niños. Bajo tu protección existe serenidad y paz. La paz que siempre busqué.

Eres mi agua, mi sol, el aire más puro. Por eso, mi único ruego es que me permitas apenas amarte.

*   *   *

Dios está en todas partes y obviamente dentro de ti y acompañando tus pasos.

Procura encontrarLo no sólo en los acontecimientos dichosos, sino en todos los hechos y lugares.

Resérvate la satisfacción de ser cada día mejor que el anterior, de tal manera que Él en ti habite y sintiéndoLo en conciencia permitas que otros individuos también Lo encuentren.

Redacción del Momento Espírita, con pensamientos finales
 extraídos del capítulo 33, del libro Episodios diarios, del
 Espíritu Joanna de Ángelis, psicografiado por
Divaldo Pereira Franco. Editora Leal, Brasil.
En 08.02.2010.

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