La adolescente aguardó el término de la clase y se dirigió al profesor. Confiaba en él y por eso deseaba contarle acerca de la tormenta que estaba viviendo.
Estaba por salir de su casa, sin embargo no sabía a dónde ir. Y no soportaba más la situación.
Su madre se prostituía y todos los días hombres diferentes se adentraban en lo que debería ser su hogar.
¡Es una vergüenza! - decía Karen. Siento vergüenza de mi madre. No nos hablamos desde hace mucho.
El profesor, experimentado en las cuestiones del mundo, la escuchó con atención y le sugirió que conversase con su madre.
¿Alguna vez ya le había preguntado lo que estaba ocurriendo? ¿Por qué se permitía ese comportamiento?
Madre e hija eran como dos desconocidas viviendo bajo el mismo techo. Cuando una entraba la otra salía.
El tiempo pasó. Aquel año terminó y meses después la joven buscó otra vez al profesor.
Estaba distinta. Su rostro irradiaba felicidad. Ella había hablado con su madre. Un largo y doloroso diálogo.
Y se había dado cuenta que su madre sufría de una grave carencia afectiva.
La madre le había contado acerca de su viudez aun muy joven, una hija que cuidar, la rebeldía de Karen, la suma de las dificultades.
Finalmente, del camino equivocado que había elegido.
Trascurrido un tiempo más, Karen vino a decir al profesor que ella y su madre se habían cambiado de casa.
Que volvieron a ser amigas y se acostumbraron a hacerlo todo juntas. Que su madre dejó la vida equivocada y se dedicaba exclusivamente a ella.
Salían a pasear, de compras, conversaban, cambiaban ideas. Como aquella madre era buena - se dio cuenta la joven.
Karen estaba muy agradecida para con el profesor por haberle sugerido que conversara con su madre, que se acercara a ella.
Hoy, trascurridos pocos años, Karen está casada y tiene un hijo.
El yerno encontró en la suegra una persona especial, dedicada, cariñosa.
Ahora, cuando la pareja desea viajar o necesita quedarse un poco más en el trabajo, es la madre dedicada que se queda con el nieto.
¡Abuela, madre! - son las palabras mágicas que alimentan el corazón de la madre de Karen.
En verdad, es el ángel de Karen. El ángel de su vida, que vela todos los días por ella, por el yerno a quien acogió como su hijo y al nieto.
* * *
El diálogo franco, honesto aun hace mucha falta. En el hogar las personas se aíslan, resentidas unas con las otras por palabras dichas o no dichas, por actitudes impensadas.
Todo se tornaría más fácil si las personas aprendiesen a conversar, a preguntar los porqués, a indagar acerca de las razones.
La vida sería más fácil de ser vivida si aprendiésemos a conversar siempre, mirándonos a los ojos, en vez de hablar por detrás creando desconfianzas y desencuentros.
Lo que dificulta la vida es quedarse cada uno en su rincón imaginando que no es amado, querido, deseado.
Sería tan sencillo preguntar: ¿Por qué estás actuando de esa manera?
¿Por qué has tenido aquella actitud? ¿Por qué no has hecho lo que te pedí? ¿Por qué te olvidaste de nuestro aniversario?
Piensa en eso y adopta en tu vida la actitud de no dejar para después la aclaración de cualquier cuestión.
Conversa más, participa de las cuestiones familiares, sé amigo de tus amores.
Finalmente, descubre la riqueza de cada persona y enriquécete interiormente tornando tu vida llena de amor, de actitudes de afecto, de bien querer.
¡Pruébalo!
Redacción del Momento Espírita
con base en un hecho.
En 17.11.2008.