Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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No es raro que en el ansia de hacer el bien nos dispongamos a dar cosas, distribuir alimentos.

No es raro también escuchar frases de decepción como: Las personas nunca están satisfechas.

Si les ofrezco sopa, ellas preguntan si no hay algo más.Si les regalo ropas, reclaman del color y del modelo.

O aún: ¿Puedes creer que el mendigo dijo que no quería la frazada?

Esas situaciones nos remiten a otra, ocurrida en el siglo pasado durante la revolución cultural en China.

Fang era una persona comprensiva y receptiva a las nuevas ideas.

Una de las mayores realizaciones de los Guardias Rojos fuera la creación de las escuelas nocturnas, cuyo objetivo era transmitir a los campesinos las ideas comunistas de Mao.

Todos recibían copias del Libro Rojo.

Fang era analfabeta. A causa de eso dos jóvenes Guardias Rojos entusiasmados,  decidieron  enseñarla a leer.

Ella nunca consiguió reconocer las palabras por separado. Pero, logró memorizar párrafos enteros de las enseñanzas de Mao.

Mientras lavaba la ropa, limpiaba la casa, costuraba o cocinaba, sus labios se movían.

En silencio, ella recitaba pasajes del Libro Rojo. Por eso, fue considerada una alumna ejemplar.

Pasado algún tiempo dos jóvenes de la Brigada Roja fueron a visitarla. Deseaban verificar sus progresos en la lectura.

Fang dijo que estaba ocupada, que volvieran luego.

Aquella mañana el carbón utilizado no encendía y la pequeña habitación estaba invadida por el humo.

Las jóvenes se fueron, pero en seguida volvieron insistiendo que era necesario verificar si la señora había entendido las enseñanzas del Libro Rojo de Mao.

Aquella noche deberían entregar un informe al líder del grupo.

Fang se quedó impaciente. Pidió que una de las jóvenes se encargase de sus tareas en la cocina y que la otra intentase encender el fuego.

Ellas se miraron confundidas. Entonces, la campesina se desahogó: Yo podría quedarme todos los días por el resto de mi vida decorando las enseñanzas de Mao.

Pero quiero saber: ¿Quién arreglará, limpiará y cocinará?

¿Quién bañará a mis siete hijos, costurará sus ropas, preparará tres comidas todos los días?

¿Quién hará la magia para conseguir cocinar?

¿Creen ustedes que las palabras del Presidente Mao llenan al estómago?

Si ustedes vienen aquí todos los días para ayudarme en mis tareas yo aprenderé todo lo que quieran enseñarme. Y mucho más.

Las jóvenes se fueron, sin nada decir. Y jamás volvieron a aquella casa.

*   *   *

Deseando hacer el bien, analiza especialmente qué necesitan las personas que piensas ayudar.

Algunas carecen de pan, otras necesitarán un  abrigo. Alguien te pedirá que le enseñes el alfabeto.

Otro, deseará dinero para trasladarse a determinado lugar. Aquel sueña con frecuentar la escuela.

Piensa en eso: lo importante no es dar. Es dar a cada uno con sabiduría aquello de lo que carece y desea.

De esta forma, tu beneficio alcanzará objetivos superiores supliendo las reales necesidades.

Redacción del Momento Espírita basado
 en el capítulo 2, del libro Adeus, China
O último bailarino de Mao, de Li Cunxin,
 editora Fundamento, Brasil.
En 03.11.2008.

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