Cuando el mundo gime, atormentado, es como un sollozo que escapa de nuestro pecho y busca al Padre Celestial.
Cuando las pruebas visitan nuestra vida y todo parece gris, el corazón se agita en la búsqueda del Señor de los Mundos.
Pero Dios está presente.
La gran certeza que señala nuestra vida es la existencia de un Padre Amoroso que cela por nosotros.
Olvidemos todo lo que nos han dicho acerca de un Dios vengativo. Borremos de nuestra mente la imagen de un Dios mezquino, que castiga a sus hijos. Esas cosas son creación humana.
Dios es todo amor. Causa de todas las cosas, Señor de los Mundos, Él nos creó a Su voluntad.
Nos dio la vida preciosa, plantó en nosotros las semillas de los sentimientos, dejó florecer la inteligencia, el libre albedrío y las sonrisas.
A lo largo de los milenios, ese Amor Divino nos sigue. Nos acompaña en nuestra trayectoria, testigo de nuestros errores y aciertos. Y espera. Sí, con paciencia Dios nos espera.
Él espera el término de nuestro tiempo de tempestades, de turbulencia interior.
Sabe que esa época atormentada es pasajera, que aun no sabemos dominar nuestros sentimientos, controlar la mente o ser feliz con los valores del Espíritu.
Él sabe que estamos en plena era de los autodescubrimientos. Es paciente con los hijos que actúan como niños tontos, aunque sean hombres maduros.
Sí, Dios está con nosotros.
Para ver las señales de Esa presencia grandiosa, es suficiente aprender a leer el gran libro de la naturaleza.
Cada estrella que reluce en el cielo es un mensaje del Padre Celestial. El brillo de los soles en las galaxias distantes, nos habla de la magnífica Creación más allá de la Tierra.
Y nos trasmite un mensaje silencioso: aun en las tinieblas de las noches oscuras, existen luces de esperanza.
Dios está vivo en las flores que creó para adornar jardines y campos. Girasoles, lirios, rosas y margaritas, traducen el Divino cariño hacia nosotros.
Si Dios los viste tan ricamente mucho más hará por nosotros.
El canto de los pájaros, la brisa que agita los cabellos, el espectáculo del mar que brilla al sol, todo eso es Dios susurrando mensajes de belleza y armonía a nuestros oídos cansados, como un himno de esperanza.
Por eso no tardemos más: abramos la ventana del alma para Dios. Él está allí, en el templo de nuestro corazón.
Para amarLo, aprendamos a cuidar de todo lo que Él creó. Aunque no entendamos a alguien, no estemos de acuerdo con algo o no nos guste alguna cosa, por lo menos esforcémonos para respetar el fruto del trabajo Divino. Será un lindo comienzo.
Dios nos sonríe cuando Lo buscamos. Por lo tanto, busquémosLo.
Algún día estaremos frente a frente a la muerte. Aunque tengamos millares de amigos, será una experiencia solitaria, un viaje individual.
Estaremos delante de nosotros mismos. Los parientes, amigos y amores se quedarán. O habrán partido antes.
En esa hora suprema, habrá solamente un Ser a quien podremos llamar con plena confianza: Dios.
Es a nuestro Padre que volveremos nuestros ojos llenos de esperanza. Y Él - que nos ama mucho - extenderá hacia nosotros Su amor y seremos abrazados, protegidos.
En el regazo del Padre Divino, nos sentiremos acogidos como niños pequeños. Y nuestro corazón se llenará de alegría inmortal.
Redacción del Momento Espírita
El 7.4.2022.