Era una mañana de sol en las proximidades del mar.
La señora había despertado ansiosa por contar al esposo la experiencia de la noche anterior.
Estaban físicamente alejados hacía cinco días en ciudades distintas y sentía una fuerte añoranza.
Hacía más de treinta años que compartían la misma cama, la misma vida y cualquier separación es percibida por los dos.
Entonces, hablando por teléfono, ella le dice que en la noche anterior había tenido una sensación muy especial.
Acostada en la cama, en los primeros momentos del sueño, ella sintiera su perfume, como si él hubiera recién salido del baño y estuviese a su lado, como siempre lo hacía en casa.
A más del perfume agradable, había sentido fuertemente su presencia, como si él realmente estuviese allí.
Se volvió rápidamente pero no había nadie.
El esposo la escuchaba, emocionado también, al otro lado del teléfono.
Cuando terminó su relato, él dijo a su vez:
Pues, a noche también viví una experiencia muy singular.
Por la madrugada, desperté seguro que estabas durmiendo a mi lado. Tenía la seguridad que estabas allí. Pero cuando miré tu lugar en la cama, nada vi.
Los dos terminan la conversación, sorprendidos, diciendo:
Pues… ¡creo que nos encontramos esta noche!
Muchos de nosotros tenemos historias muy peculiares acerca del periodo del sueño.
Aquellos que consiguen acordarse con más nitidez de sus sueños traen experiencias muy enriquecedoras, que merecen nuestro análisis.
¿Para donde vamos durante el sueño? ¿Todos esos recuerdos serán solo el producto del cerebro?
El Espiritismo viene a aclararnos, afirmando que durante el período del sueño el alma se emancipa, esto es, se aleja del cuerpo momentáneamente.
De esa manera lo que conocemos como sueños son los recuerdos de aquello que el Espíritu vio y experimentó durante ese tiempo.
Cuando los ojos se cierran, al llegar el sueño, el Espíritu sale rápidamente por influjo magnético hacia los lugares de su preferencia.
A través de la atracción producida por la afinidad, muchas veces buscamos a quienes nos son caros, amigos, compañeros y amores.
Por eso, aquellos que se aman mucho en la Tierra, pueden encontrarse en el espacio y permanecer juntos.
De esa manera encontramos Espíritus amados que ya no están con nosotros físicamente y compartimos con ellos momentos inolvidables.
A veces nos acordamos, otras veces no, pero siempre conservamos en nuestro interior los buenos sentimientos o la sensación de haber vivido una experiencia agradable.
El Espíritu sopla donde quiere y aún mismo en nuestro reposo aparente percibimos que él está siempre en actividad.
* * *
Podemos prepararnos mejor para conseguir buenos sueños.
Obviamente, los acontecimientos del día y nuestro estado emocional influirán en nuestras experiencias oníricas, pero podemos tener algunos cuidados adicionales para aprovechar mejor este período: una lectura saludable; la oración sincera; una música suave que nos calme; algunos momentos de meditación.
Todos esos ingredientes colaboran a que las últimas impresiones del día sean positivas y permanezcan con nosotros, favoreciendo la emancipación del alma.
Así, que tengas buenos sueños…
Redacción del Momento Espírita, con base en el
capítulo17 del libro Estudando a mediunidade,
de Martins Peralva, ed. Feb, Brasil.
Em 15.09.2008.