Saint-Exupéry narra con maestría, en su Terra dos homens, cuando todavía era un joven piloto, la experiencia de haber asumido el correo aéreo de África.
Cuando recibió la noticia de que partiría en la mañana siguiente para su primer día de trabajo, confesó que talvez no estuviera aún bien preparado.
Expresó así su inseguridad a un compañero de vuelos, en aquella noche.
Narra el autor que su amigo repartía confianza como una lámpara reparte la luz.
Un amigo que más tarde iba a batir el record de las travesías de correo aéreo de la Cordillera de los Andes y del Atlántico Sur.
Nos dijo Exupéry que sonriendo la más reconfortante de las sonrisas, le dijo simplemente:
“Las tempestades, la bruma, la nieve, a veces esas cosas te estorbarán.
Piensa entonces en todos los que conocieron eso antes de ti y dilo así: lo que ellos hicieron yo también lo puedo hacer.”
Usualmente los nuevos desafíos nos traen inseguridad.
Es un aprieto en el pecho; un dolor en el estómago; una noche mal dormida, donde los sueños se quedan proyectando un posible revés.
Es natural que nos sintamos así por algunos momentos. Son momentos que ocasionan una búsqueda por nuestras habilidades, nuestra capacidad interior.
Siempre será una oportunidad de que nos conozcamos, cuando inquirimos: ¿Será que puedo?
Pero, si nuestra auto-estima esta baja, o si nuestro conocimiento sobre nosotros mismos es precario, la tendencia es que la inseguridad reine por más tiempo.
Podrá ser tan poderosa a punto de nos hacer desistir, retornar.
Como si la vida nos invitase a dar más un paso y, al suspender el pie del suelo, nos sintiésemos en desequilibrio y prefiriésemos volver la pierna en la posición inicial.
Por esta razón el consejo recibido por el joven aviador es precioso.
Quizás pensar en todos que ya consiguieron antes de nosotros, o en todos aquellos que ya pasaron por eso y sobrevivieron, sea de gran ayuda.
Lo que ellos hicieron también yo lo puedo hacer. Esta frase nos habla del potencial que todos tenemos, pero también se nos pregunta: ¿Cómo lo consiguieron?
Sí, pues vencer desafíos exige siempre mucho preparo, mucho esfuerzo y gran dedicación.
De esta manera, si estamos preparados, nuestra parte bien hecha, no hay razón para temer, no hay razón para dejar que la inseguridad nos domine y nos paralice.
Tempestades, brumas y nieves son comunes y naturales en la vida.
Las intemperies son escuelas de almas que buscan perfeccionamiento y resistencia. Ellas siempre existirán. Están, de alguna manera, fuera de nuestro control o comando.
Lo que está bajo nuestro mando es nuestra aeronave Espíritu, y nuestra habilidad de contornear las tempestades, de hacer buenas escojas, de vencer a nosotros mismos.
* * *
Cuando el Modelo y Guía de la Humanidad, Jesús, afirmó: Vosotros sois dioses; y también que Aquel que cree en mí hará las obras que yo hago y otras mayores, El hablaba de potencial.
Conocía profundamente la destinación de cada alma, y que esta sería la perfección.
Conocía la inmutable Ley de Progreso, y osó decir a aquellos hombres aún de corazón endurecido, que en el futuro, cuando deseasen, serían como Él ya lo era.
Era el habitante del alto de la montaña, diciendo a los que acababan de comenzar la escalada, que todos podrían llegar a la cumbre un día.
Redacción del Momento Espírita con base en
la obra Terra dos homens, de Antoine de
Saint-Exupéry, ed. Nova Fronteira.
En 01.09.2008.