¿Cuántas veces ya te has preguntado por cuanto tiempo aún conseguirás soportar las dificultades que te atormentan?
¿Cuántas veces, al despertar por la mañana, te sientes sin fuerzas para enfrentar el nuevo día?
¿Cuántas veces ya te has dicho a ti mismo que llegaste al límite de tus energías, que no aguantas más?
Sin embargo, prosigues a diario en las tareas, en las problemáticas familiares, en las dificultades financieras, en fin…
Es muy peculiar esa capacidad que posee el ser humano de no entregarse, aunque parezca desfallecer.
Seguro que ya has escuchado hablar de niños y bebés encontrados con vida después de sepultados durante días. Como si se rehusasen desistir de la lucha, de la vida.
Y nos acordamos de los sufrimientos de las mujeres que viven en países donde no poseen ningún derecho.
Sin derechos a la escuela, a la atención médica, a ser consideradas como seres humanos.
Mujeres adolescentes o niñas aún, son ofrecidas en matrimonio a hombres casi siempre más viejos que ellas.
Ellas tienen sus sueños destrozados, sus voluntades menospreciadas.
Mujeres que sufren apaleamiento por nada y por ninguna razón.
Porque concibieron a una niña mientras que el marido deseaba un niño.
Porque intentan caminar a solas por las calles, porque planean huir, porque suben el tono de la voz.
Los tormentos son rutina. Y a nadie le importa. Lo que un hombre hace puertas adentro de su hogar hacia la esposa e hijos no es de incumbencia de nadie.
Los años pasan y ellas acumulan en el cuerpo las señales de los apaleamientos: falta de dientes, laceraciones, hematomas.
Algunas huyen de la vida por no tener perspectivas de cambios positivos en sus existencias.
Otras, más valerosas, optan por establecer objetivos para si mismas.
Objetivos que las mantienen vivas y las estimulan a no desistir: la vida de sus hijos, su libertad, la libertad de su país.
Como una roca, enfrentan a los vientos turbulentos. Lloran, lamentan, pero no desisten.
¿Cuántas agresiones un cuerpo humano puede soportar? ¿Cuál es el límite?
Algunas aún traen la generosidad en el alma para auxiliar a aquellos que estiman más infelices que ellas mismas.
Una generosidad que no se debilita y tampoco se contamina con las decepciones y desilusiones de cada día.
Y cuando tienen la oportunidad de hacer algo a beneficio del prójimo se entregan hasta el sacrificio de la propia vida.
Son ejemplos. Por eso, cuando las fuerzas te falten piensa que adentro de ti aún quedan energías.
Y no te permitas la derrota, jamás. Un día, el panorama se aclara. La noche se transforma en alborada.
Aguarda por los rayos de la madrugada nueva y no te entregues al desánimo de ninguna manera.
El sol puede tardar en salir, pero siempre resurge bendiciendo la vida y renovando la esperanza.
Aguarda, sin abandonar la lucha. Mañana, mañana puede ser el día de tu liberación del círculo de dolores.
Espera.
Redacción del Momento Espírita.
En 18.08.2008.