Él nació en el año 1904, en Austria. Su niñez fue enriquecida por los dulces valses vieneses. Luego su placer por la música le tomaría muchísimas horas de estudio.
Se tornó un maestro.
Cuando Austria fue ocupada por los nazis él, por ser judío, fue hecho prisionero. Sufrió tantos malos tratos que hasta casi llegó a desear la muerte.
Fue enviado a un campo de concentración, tenía varias costillas rotas debido a la violencia con que fuera literalmente tirado en el camión que lo condujera.
Juntamente con tantos otros, él se quedó durante diecinueve horas en un gran patio aguardando que decidiesen lo que harían de su vida.
Después de oír la voz metálica dictando normas, reglas, órdenes y que le señalaba el destino desde aquel momento, siguió para uno de los galpones.
Sentándose y sin darse cuenta se puso a silbar una canción. Luego, los demás prisioneros se acercaron para oírlo, emocionados.
Él nunca supo qué lo llevara a cantar en aquel momento. Pero, percibiendo como la música influenciaba el ánimo de los compañeros de desdicha tuvo la idea de formar una orquesta.
Existía solamente un violín y una guitarra en todo el campo. Sin embargo, ellos construyeron algunos violines y los domingos por la tarde, durante algunos momentos, podían disfrutar de los sonidos sacados de los instrumentos rústicos.
No obstante considerasen que jamás saldrían vivos de aquel lugar, el maestro puso música en los versos compuestos por un compañero.
Compañero que moriría en aquel mismo lugar de horrores.
La canción invadió el campo y emocionó a todos.
Era como si un soplo de vida renovada llenase el pecho de aquellos hombres delgados, sufridos, maltratados.
Con lágrimas en los ojos ellos cantaban todos los domingos.
Así fue por todo el tiempo en que el maestro estuvo prisionero.
Él fue liberado gracias a las providencias tomadas por su padre.
El mensaje de buen ánimo que esparció por el campo de prisioneros jamás fue olvidado. Cuando la desesperanza parecía invadirlos, alguien se acordaba de la canción y empezaba a cantarla.
De sus años de cautiverio el maestro trajo la lección de persistir y luchar siempre, realizando lo mejor hacia su semejante.
En los años noventa ahora en América, famoso y aplaudido, él se dedicaba a llevar la música sinfónica a las escuelas públicas, a fin de que los niños pudiesen, desde temprano, entrar en contacto con los grandes maestros y descubrir los valores de la música.
La vida del maestro es una lección de perseverancia para todos nosotros.
Mayor, con el cuerpo señalado por las marcas de los años de guerra, él no dejó de dirigir, enseñar y transmitir alegría.
Él nos ofrece también la lección de que, sean cuales sean las condiciones y donde estemos, siempre podemos hacer el bien cuando deseamos.
* * *
Cada uno de nosotros está ubicado en el lugar más apropiado para servir mejor.
Muchas veces, delante de las dificultades que enfrentamos dejamos de operar en el bien, justamente alegando obstáculos y dificultades.
Sin embargo, la persona que realmente mantiene el ideal de realizar el bien hacia su semejante, lo hace en cualquier circunstancia.
Redacción del Momento Espírita, con base
en el video de entrenamiento intitulado
Desistir, jamais!, de la empresa Siamar, Brasil.
En 24.07.2008.