Los hombres gastan mucho tiempo cuidando de sus intereses materiales.
El empresario que empieza un emprendimiento busca actuar con cautela.
Ningún cuidado se le parece demasiado para garantizar el suceso del destajo.
Lo mismo se da cuando una familia resuelve adquirir casa propia.
Tiempo considerable es despendido en la búsqueda del inmueble ideal.
Cuentas hechas una y otra vez para certificarse de que el dispendio es posible.
Los miembros de la familia se someten a sacrificios para conquistar a ese sueño.
La búsqueda de una situación profesional confortable no se da de manera diversa.
El éxito en la profesión presupone larga preparación intelectual.
Pero eso no ocurre sin que el interesado trabaje ardua y seriamente.
Todo proyecto de bulto exige planeamiento, comprometimiento y mucho trabajo.
Es bueno que el ser humano posea metas y luche para realizarlas.
Nadie debe de ser pasivo delante de la vida.
La sociedad lucra con la presencia de hombres entusiasmados, laboriosos y disciplinados.
Pero es preciso reconocer la transitoriedad de todo lo que es material.
Por más grande que sea la riqueza acumulada por alguien, no se lo acompañará a la tumba.
La más bella casa se deteriora con el tiempo.
La empresa innovadora y próspera de ayer talvez no exista más mañana.
Todos esos proyectos son nobles y útiles.
Pero significarán poco o nada dentro de algunas décadas.
Frente a esa realidad, causa extrañeza la minúscula dedicación de los hombres a su perfeccionamiento moral.
El progreso intelectual transcurre naturalmente de los quehaceres de la vida humana.
El esfuerzo para aprender las artes de un oficio desenvuelve la inteligencia.
El desempeño de una profesión en ambiente de libre competencia estimula la creatividad.
Pero la Humanidad actualmente se resiente no por falta de inteligencia, sino de ética.
No escasean rapidez mental e ideas sofisticadas para la mayoría de los hombres.
Lo que les falta es un carácter bien formado y leal.
Intelectualidad desarrollada, pero apartada de ética, genera explotación, violencia y guerras.
Los Espíritus son ángeles en potencial.
Todos están destinados a existencias sublimes, después de evolucionaren y se libraren de sus vicios.
La Tierra es un mundo que viabiliza ese proceso de liberación.
El contacto recíproco de seres todavía viciosos hace con que perciban lo lamentables que son las fisuras morales y el mal que causan.
Entonces, es preciso prestar atención en lo que realmente importa.
Es bueno que estudies y trabajes.
Tienes responsabilidades familiares, profesionales y sociales y no puedes descuidar de ellas.
Pero la finalidad de tu existencia no es comprar cosas o tornarte importante.
Moralizarte, he ahí tu meta.
Dedícate a ella como haces con todo lo que consideras importante.
Analiza tu carácter e identifica lo que en él reclama corrección.
Una vez identificados tus vicios, físicos y morales, traza una estrategia para combatirlos.
Persiste con firmeza y disciplina hasta atingir la meta.
La batalla por moralizarte talvez sea la más difícil que ya trabaste.
Pero los beneficios que de ella resultan son eternos.
Virtudes como honestidad, compasión, tolerancia y pureza jamás se pierden.
Piensa en eso.
Redacción del Momento Espírita.
En 24.07.2008.