Todos los días, mientras en los hospitales y clínicas particulares un sin número de médicos y enfermeros luchan por la vida de sus pacientes, muchas otras vidas son destrozadas.
Esas muertes no constan de los titulares retumbantes, tampoco de los noticiarios de la televisión. Ocurren anónimas.
En verdad, son pocos aquellos que se dan cuenta que ellas ocurren. Hablamos de los seres que aún no llegaron a nacer. Sus vidas son segadas como se arranca la mala hierba de los canteros.
Bocas son silenciadas antes de abrirse para el primer gemido. Manos que podrían acariciar, brazos que se preparaban para intercambios de cariños fueron simplemente destruidos.
Piernas y pies que aún no se consolidaron para andar, correr, saltar, no lo harán jamás.
Son embriones y fetos, seres vivos que todos los días son tirados al pozo de la indiferencia.
Si. Son muchos los motivos que llevan a alguien a abortar el fruto de sus entrañas. Desesperación, aflicción, ignorancia, comodidad, problemas financieros y familiares, entre otros.
Nada que lo justifique, puesto que continua siendo un crimen delante de la Ley Divina que, desde los días del Decálogo, prescribe: no matar.
Nos damos cuenta que, mientras crecen los movimientos ecológicos, de alertas acerca del respeto a la naturaleza, a la Tierra en que vivimos; mientras los grupos de apoyo a la fauna y a la flora se multiplican, son pocos los que se yerguen para hablar en nombre de esos pequeños seres que tienen sus cuerpos destruidos antes de nacer.
Son seres humanos, con la única diferencia que todavía no poseen un registro de ciudadanía.
¿Cuándo dejaremos de ser tan insensibles a los problemas ajenos para involucrarnos en la lucha por la vida?
¿Cuántos de nosotros sabemos de las intenciones de aborto de una amiga, una compañera de trabajo, un pariente o un familiar y nada hacemos, con la disculpa de que cada cual es dueño de su propia vida?
El que sabe y no aclara, que nada hace para evitar un crimen, es culpable también por omisión.
¡Cuántas veces la persona que opta por el aborto lo hace porque no encontró en su camino una mano que la detuviese en el intento, una voz que le hablara acerca de la vida en gestación de un hijo de Dios!
Será siempre un infanticidio el aborto delictivo.
Un proceso cobarde que muchos utilizan para huir a la responsabilidad, incurriendo en falta grave.
Si puedes, ¡lucha por la vida de esos pequeñitos!Si alguna vez ya has cometido el aborto, vuélvete para esos pequeños que viven abandonados en la Tierra y ampara a uno de ellos.
Ofrece tu amor, porque puede ocurrir que Dios en Su infinita misericordia te permita, de esa manera, reencontrar al Espíritu que te estaba destinado como hijo del corazón.
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A pesar de su aceptación y legalización en los estatutos humanos, el aborto hiere violentamente a las Leyes Divinas y continua siendo un crimen, tanto para aquel que lo realiza cuanto para quien se somete.
El único tipo de aborto permitido por la Ley Divina es el terapéutico. Esto quiere decir, sacrificar al bebé para salvar la vida de la madre.
Redacción del Momento Espírita.
En 20.06.2008.