Por un momento, imagina la grandiosidad del Cosmos.
Los científicos estiman que hace casi catorce billones de años hubo una explosión de luz y nació nuestro Universo.
La ciencia denomina a este fenómeno como el Big Bang. Para los espiritualistas está allí la presencia de Dios creando a todas las cosas, pronunciando las dulces palabras: ¡Qué se haga la luz!
Y la luz se hizo: billones y billones de soles pasean, solemnes, en la sinfonía de los mundos.
Alrededor de esos soles, trillones de planetas, satélites y asteroides ejecutan la danza silenciosa de las armonías celestiales.
Giran los planetas sobre si mismos. Giran alrededor de soles. Giran los soles y su cortejo acompañando el caminar de las galaxias. Ritmo y gracia por doquier.
Aquí y allí un cometa – asteroide oscuro - se acerca a una estrella. De repente, envuelto por la luz se enciende enteramente como un fósforo cósmico. Entonces, se aleja arrastrando su cola de polvo y gas sembrando la vida en los mundos.
Pero, en uno de esos trillones de planetas, bajo la luz amarilla de un sol, los habitantes de un cierto planeta – la Tierra – tienen el orgullo de ser superiores a los demás.
Vista desde el espacio, la Tierra es un pequeño grano de arena, bello, que pasea azul por el espacio infinito.
Pero sus habitantes son como niños: peleándose siempre, creyéndose señores de la vida, dueños de los cielos.
¡Ah, si pudiéramos vernos en el conjunto del Universo, minúscula gota en el gran océano de la Creación!
Con certeza seríamos más humildes. No daríamos tanta importancia a los problemas pequeños del día a día.
Tal vez hasta fuese más fácil perdonar, olvidar, borrar los resentimientos.
Si mirásemos nuestro Mundo como una translúcida burbuja de jabón que flota en medio de un mar de estrellas, quien sabe aprenderíamos a reverenciar un poco más a la obra Divina.
* * *
Levanta la vista hacia el espacio. En las luces azules que parpadean a millares de años-luz, ve la señal del Gran Creador de todas las cosas.
Dios, nombre Divino que llena de luz y de música nuestras apagadas existencias.
Dios, ¡cuánta grandiosidad en Ti, sublime Padre de todas las cosas!
Dios, nacemos como Espíritus en Tu soplo de vida. Cumpliendo Tus leyes nos sumergimos en el cuerpo tantas veces y construimos una trayectoria en que las experiencias se suman y nos enriquecen de sabiduría.
Señor, aquí estamos. Somos Tus niños, que volvemos los ojos confiados hacia Ti. Si aun somos disparatados, si aun somos débiles, enséñanos a ser fuertes y sabios.
Inspíranos una vez más la lección de la fraternidad universal. Para que el amor viva en nosotros.
Inspíranos para que la alegría nos contagie el alma. Para que la paz se acoja en nuestra casa mental.
Para que seamos dignos de ser llamados hijos Tuyos.
* * *
Los mundos son estancias del Reino de Dios, aguardando por nosotros, viajeros en camino a la perfección.
Como los países, ciudades y pueblos de un mismo continente, los mundos de los espacios siderales son escuelas variadas del progreso tecnológico, intelectual y moral.
Moradas de la Casa del Padre en el inmenso Universo que aun nos toca descubrir, explorar, admirar.
Redacción del Momento Espírita
En 26.05.2008.