Dos de noviembre. En todos los cementerios el número de personas que los visitan es muy expresivo.
Personas viajan kilómetros para depositar flores o encender velas en los túmulos de los familiares o amigos.
Algunos dedican esa fecha para estar en el cementerio, permaneciendo allí casi todo el día. Afirman que están al lado de sus amores.
El fenómeno no es nuevo y se repite cada año. Una fecha en que los vendedores de flores y de velas celebran.
La conmemoración del día de los finados es de iniciativa gálica. Galia ocupaba un territorio que hoy corresponde a Francia.
Los galos conmemoraban en el primer día de noviembre la fiesta de los Espíritus, que no se realizaba en los cementerios sino en cada vivienda, donde los videntes y médiuns de la época evocaban a las almas de los difuntos.
A su entender, los bosques y las áreas de poca vegetación eran pobladas por los Espíritus errantes.
Los galos no honraban a los cadáveres. La vida verdadera era la espiritual, la inmortal.
Los despojos de los guerreros muertos, según decían, no eran más que envolturas desgarradas. Con gran sorpresa de parte de sus enemigos, los abandonaban en los campos de batalla como indignos de su atención.
Se comunicaban con el mundo invisible. Su templo era la floresta secular. Los murmullos del viento y de las hojas producían en todo sonidos misteriosos que impresionaban el alma y la invitaban a la meditación.
El muérdago, siempre verde, era el símbolo de la inmortalidad.
De ellos podemos aprender algunas lecciones, como acordarse de nuestros amores dichos muertos como seres vivos que se mueven en la Espiritualidad.
Se despojaron de la carne pero siguen vivos. Por lo tanto, no debemos buscarlos en las tumbas frías. No son los habitantes de las sepulturas, tampoco de los cementerios.
Las horas que viven son distribuidas para el estudio y el trabajo. Ninguna ociosidad desde que el no hacer nada es extremadamente penoso.
¿Si ellos frecuentan los cementerios? En ese día en mayor cantidad, pues las personas los llaman a través de las lágrimas, las exclamaciones, las ofrendas.
Comparecen a los cementerios como lo harían a cualquier otro lugar donde uno o más corazones los llamasen.
De parte de aquellos que están encarnados, comparecer o no a los cementerios en ese día es una decisión personal.
Lo importante es concienciarse que nuestros amores no están encerrados en las tumbas. Prosiguen en las actividades o en recuperación.
Merecen nuestro respeto, así como respetamos al convaleciente en el hospital o al ejecutivo en su oficina a vueltas con sus tareas.
Si deseamos honrarlos, hablar de nuestra añoranza, la mejor comunicación es el diálogo dulcificado por la oración.
El Espíritu del poeta portugués Camilo Castelo Branco, narrando sus experiencias después de la muerte física, nos cuenta de su sorpresa al observar, dibujado en una tela cual una proyección cinematográfica, el perfil de las personas que oraban hacia él en la Tierra.
Esto le reconfortaba y auxiliaba a superar los dolores que le atormentaban.
De esta manera, como nuestras palabras y recordaciones afectan e influencian a los Espíritus, el amor verdadero nos dirá que los vocablos que salgan de nuestras bocas deberán ser tranquilizadores.
Que las evocaciones mentales deberán ser siempre de alegría, de recordaciones felices.
No mentalicemos aquellos que se fueron como si estuviesen congelados e inmovilizados en los ataúdes. Al contrario, pensemos en ellos activos, lúcidos, viviendo la nueva realidad.
No dejaron de amarnos. Como nosotros sienten añoranzas. Ansiarían estar con nosotros.
Pero, como el aprendizaje en que se encuentran es de suma importancia, no seamos nosotros quienes pongamos obstáculos y cadenas.
Si deseamos ofrecerles algo, que sea la oración sentida y vivida.
Oración que dulcifica la añoranza, aproxima las almas y reconforta al Espíritu.
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Los egipcios antiguos creían que, después de la muerte, ellos vivirían en una tierra nueva.
Creían que para aprovechar debidamente la vida después de la muerte necesitaban de comida, bebida y todas las posesiones que tenían en la Tierra.
Por eso, todas esas cosas eran colocadas en sus tumbas. Lo que atraía siempre la codicia de los hombres, que las violaban para apoderarse de los tesoros.
Redacción del Momento Espírita, con base en el capítulo 4, de la 1ª. parte del libro Depois da morte, de León Denis, ed. Feb, Brasil.
En 11.04.2008.