Algunos guardan el domingo yendo a la iglesia
yo lo guardo quedándome en casa
teniendo un tordo como cantor
y un pomar por santuario.
Algunos guardan el domingo en vestes blancas
pero yo solo utilizo mis alas
y en vez del repicar de las campanas de la iglesia
nuestro pájaro canta en la palmera.
Es Dios que esta predicando, predicador admirable
y Su sermón es siempre corto
Así, en vez de llegar al cielo, solo en el final
Yo lo encuentro todo el tiempo en el patio.
Emily Dickinson, autora de este poema, reviste de una belleza sencilla una idea muy intensa e importante acerca de nuestra adoración a Dios.
¿Habrá un lugar específico para la adoración a Dios? ¿Habrá un tiempo determinado, una posición más adecuada, maneras, vestimentas?
Estudiemos la orientación primordial de Jesús, que fue muy claro al decir que Dios es Espíritu y debe ser adorado en Espíritu y Verdad.
El Espíritu no tiene forma, no es cuerpo, no es materia.
Ante eso, el Maestro al decirnos para adorarlo en Espíritu desea afirmar que tal adoración debe ser en el interior y por eso no necesita de las formas exteriores.
La adoración deberá siempre ser de Espíritu para Espíritu, de nuestra alma para el Creador, independiente de donde estuviéremos, independiente de las formas exteriores utilizadas.
Hay que considerar las creencias humanas arraigadas que trajeron a las formas exteriores muchos hábitos, muchos rituales relacionados al contacto con Dios.
Sin embargo, el alma madurada, esclarecida, conocedora de la verdad, de la verdad que el Cristo nos habla en ese pasaje, necesita ir cambiando sus costumbres paso a paso.
La adoración a Dios en Espíritu nos descierra mil posibilidades inigualables.
No importa si estamos en esa o aquella creencia religiosa, en ese o aquel lugar, utilizando esas o aquellas palabras, podemos comunicarnos con Él.
Cuando el pensamiento está sublimado, cuando se reviste del bien, de la caridad, de la poesía, está en contacto con el Creador.
Cuando admiramos la naturaleza en el fondo de un patio y percibimos la grandeza de la Creación, sintiéndonos parte de algo grandioso y maravilloso, estamos adorando al Creador.
Cuando practicamos las leyes de Dios, grabadas en nuestra conciencia, nos ponemos en sintonía con Él.
Basta la sintonía mental positiva. Basta la alegría de vivir. Basta la gratitud por la existencia, por los seres amados y ya estamos sintonizados con el Padre.
Adorar a Dios en Espíritu y Verdad es conocer la felicidad en el camino, es despertar hacia la verdadera vida todos los días.
Piensa en eso.
* * *
Allan Kardec, en la tercera parte de El Libro de los Espíritus trata acerca de la ley de adoración.
En la cuestión 654 él pregunta: ¿Da preferencia Dios a los que le adoran de tal o cual manera?
Y los Espíritus le respondieron: Dios prefiere a los que Le adoran desde lo íntimo del corazón con sinceridad, haciendo el bien y evitando el mal(…).
Redacción del Momento Espírita con base en el ítem 654,
de O livro dos espíritos, de Allan Kardec, ed. Feb, Brasil,
y versos de la poetisa americana Emily Dickinson,
del libro Complete poems, ed. Bachbay Books.
En 06.02.2008.