Los juegos tienen significados importantes para los niños.
En este momento, la espontaneidad del niño se hace muy importante.
No se debe conducir, por lo tanto, el juego, ni aguardar que el niño utilice los juguetes que se compre como el fabricante prescribió.
Dar un juguete significa decirle que tenemos plena certeza de que él lo utilizará adecuadamente. Es atestado de confianza en su capacidad.
Nos equivocamos cuando deseamos que nuestro hijo juegue de la manera que se espera.
Al fin, su creatividad es que determinará la mejor manera de utilizar lo que le estamos ofreciendo.
Como nuestros hijos tienen, muchas veces, tendencias a la agresividad, cúmplenos no cultivarlas aun más.
La elección del juguete es de suma importancia.
Juguetes-armas pueden funcionar como agentes inductores de desvelo de valores en el plan de la memoria inconsciente.
Si damos un juguete-tanque motivaremos el niño a vivenciar el clima de guerra; el juguete-ametralladora es símbolo de muerte; juguete-maza induce a la violencia; juguete-baraja induce al vicio.
Pero el juguete-tractor estimula a la producción, al trabajo. El juguete-instrumento quirúrgico motiva a la valorización de la vida.
El juguete-ambulancia habla de la solidaridad. El juguete-letras o números le ejercitará la inteligencia.
En la misma línea de pensamiento, interpretar con liviandad los juegos de los pequeños es desconsiderarles la importancia.
Así, cuando el hijo le da al padre con un arma de juguete y el padre toma actitud de muerto, que después se levanta y sigue se moviendo, el niño no está aprendiendo qué significa “matar”.
Está afirmando el padre que no le está llevando en serio.
Actitud correcta es el padre, al recibir los tiros, decirle que si estuviera muerto, no podría más providenciar el pan a la mesa, ni pagar el helado, o levarle a pasear.
Esta es actitud coherente. No sermones. No agresión de volta.
Hacer con que el niño perciba que, si el padre llevar el tiro, no continuará presente. Aprendizaje que se torna positivo.
Volvemos a recordar que Jesús determinó: “Dejad venir a mi a los niños, y no los impidáis, porque de ellos es el Reino de los Cielos", y no nos permitamos, por puro descuido, distraerles las mentes con falsas alegrías, sufocarles las virtudes.
No les coloquemos los pies en la arena movediza de la perturbación.
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Los hijos son programados en la esfera espiritual, antes de la reencarnación.
En esta programación son llevadas en cuenta las cuestiones crédito-débito, decurrentes de las encarnaciones anteriores.
Los deberes de los padres en relación a los hijos están inscritos en su consciencia.
Redacción del Momento Espírita, con base en el cap. 17 del libro Uma vida para seu filho, de Bruno Bettelheim, ed. Campus y en el texto Dê brinquedos educativos aos seus filhos, de la Revista O Espírita, de out/dez. 96.
En 24.12.2007.