Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone El sol de la esperanza

        A veces la vida nos ofrece momentos malos. Sufrimiento, lágrimas e infelicidad nos visitan y nos sentimos sin esperanzas e infelices.

        En esos momentos amargos en que el alma dolorida se vuelve hacia Dios e indaga - ¿Por qué sufro estas pruebas?- es la hora en que debemos acordarnos de una palabra luminosa: la esperanza.

        Cuenta la tradición griega que una joven llamada Pandora recibió una bella caja junto con la recomendación de jamás abrirla.

        Pero Pandora era curiosa y desobediente. Al abrir la caja ella liberó todos los males, miserias y sufrimientos en el Mundo.

        Desesperada, Pandora lloró. Más tarde vio que, luego de haberse escapado todas aquellas imperfecciones morales se quedó, en el fondo de la caja, la esperanza. Brillaba sola la esperanza – un hilito de luz que palpitaba. ¡Pero que poder poseía!

        El mito de Pandora debe ser profundamente reflexionado, en especial cuando estamos pasando por momentos difíciles.

         Observa que en la leyenda griega es un acto de la propia Pandora que libera los males del Mundo. En nuestra vida no es diferente: generalmente somos nosotros mismos que, de alguna manera, provocamos muchos males que nos afectan.

        Por eso, cada momento difícil es una oportunidad para que meditemos y analicemos cual ha sido nuestra contribución para aquella situación.

        Sin embargo, la leyenda de Pandora va más allá: ella muestra que – a pesar de la gravedad de los sufrimientos – no estamos completamente solos: existe una luz puesta por Dios para consolarnos y devolver el brillo a nuestros ojos.

        Esa luz es la esperanza.

        Esperanza que restaura las fuerzas, vuelve a equilibrar el corazón, calma las emociones.

        La esperanza es la mano generosa que enciende la luz cuando estamos sumergidos en la tiniebla profunda. Es el remedio cuando nos retorcemos de dolor.

        Esperanza es una canción suave que nos arrulla cuando nos sentimos desamparados. Es la mirada de compasión en el instante en que el Mundo nos rechaza.

        La esperanza nace de los gestos de generosidad, de actitudes espontáneas, de palabras correctas.

        Pero no te acostumbres solamente a esperar que la esperanza llegue a albergarse gratuitamente en tu corazón. ¡Abre las puertas del alma para ella!

        Para eso, es necesario educar el corazón.

        La esperanza es como un visitante importante. Debemos prepararnos de manera adecuada para recibirla. La primera actitud es retirar el polvo del pesimismo.

        Después, barrer las suciedades acumuladas por el resentimiento. Esas suciedades tienen diversos nombres: rencor, maledicencia, deseo de venganza.

        Enseguida, con la casa mental bien limpia, es la hora de perfumarla con buenos pensamientos, sonrisas, serenidad y optimismo.

        Entonces, cuando menos uno espera, llega la esperanza. Viaja en un carruaje dorado, esparce flores en el camino y se instala en el

        Espíritu con regocijo.

        Es una presencia tan fuerte, tan hermosa, que transforma de inmediato el ambiente en que se instala: impregna el alma de coraje y de alegría.

        Esperanza es un sol que nace tras una noche larga y oscura. Llega trayendo calor y la luz dorada de un día lleno de buenas realizaciones. Ella apunta con firmeza hacia un futuro radiante. Solo basta recibirla.

Redacción de Momento Espírita.

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