El
último fin de semana de mayo de 1995, el actor Christopher Reeve, más conocido
como súper-hombre participaba de una competición hípica y sufrió una
tremenda caída.
Su
cuerpo, de 1.93m y 97 kilos, aterrizó de cabeza, rompiéndose las dos vértebras
cervicales superiores.
Cuando
el médico le dijo que tendría que enfrentar una delicada cirugía y que quizás
no sobreviviera, pensó en morir.
¿No
sería mejor? Al fin de cuentas le ahorraría a todos un montón de problemas.
La
vida se hizo difícil. Cuando la familia y los amigos llegaban él se sentía
feliz. Pero cuando todos se marchaban y se quedaba allí, sólo, echado, mirando
las paredes, realmente se sentía muy triste.
Inmóvil,
lograba adormecer y soñar. Soñar que estaba de nuevo cabalgando,
representando. Al despertarse, se daba cuenta que no podría hacer nada más de
todo aquello.
Su
esposa, con quien se había casado tres años antes, entró un día en la
habitación del hospital y le dijo: “quiero que sepas que estaré contigo
hasta el final, no importa lo que suceda. Tú aún eres tú y yo te amo.”
Él
movió los labios, y le respondió: “eso está mucho más allá de los votos
del casamiento: en la salud y en la enfermedad.”
Aquel
día él decidió que viviría. Días más tarde, su hijito de tres años también
le trajo nuevas esperanzas.
El
niño jugaba en el suelo cuando de repente miró hacia arriba y dijo:
-
Mamá, papá no mueve más los
brazos. Sí, concordó la madre. Es
verdad.
-
Papá no puede más correr, continuó
el niño. La madre volvió a concordar.
Entonces
el chico hizo una pausa, frunció el ceño como si estuviera
concentrándose y dijo alegre:
-
¡Pero papá todavía puede sonreírse!
Eso
hizo con que el actor decidiera definitivamente no partir. Viviría, aprendería
a respirar sin la ayuda de la máquina. Viviría, aunque fuera para siempre en
una silla de ruedas, sin moverse.
Él
tenía una familia. Y esa familia lo amaba. Recientemente, tuvo la oportunidad
de narrar para una revista: ”estoy feliz por haber decidido vivir. Los que están
cerca de mí también se sienten
felices.
En
noviembre de 1995, en el día de acción de gracias, fui para casa a pasar el día con mi familia por la primera
vez desde el accidente. Cuando volví a ver nuestro hogar, sollocé,
mientras Dana, mi esposa, me abrazaba.
A
la hora de la cena, cada uno de nosotros dijo algunas palabras sobre lo que estábamos
agradeciendo.
Cuando
llegó la vez del pequeño de tres años, él dijo simplemente:
¡Papá!
***
La familia es de gran
importancia para el hombre.
El
amor es el poder creador más vigoroso de que se tiene noticias en el mundo.
Su
vigor es responsable por las obras
grandiosas de la humanidad.
En
un hogar, donde reina el amor, todas las dificultades pueden ser superadas,
porque este sentimiento impulsa al individuo hacia delante y se hace
refugio para la victoria sobre todos los percances.
Fuente
Revista
Selecciones del Reader's Digest abril/2000 – La decisión de Christopher Reeve