Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
busca   
no título  |  no texto   
ícone La sustituta

La joven ha sido atraída por un anuncio pidiendo una directora de programación de eventos para una determinada empresa.

Se presentó y consiguió la plaza. El primer día fue aterrador.

Así que llegó a la oficina, la empleada de la recepción la saludó con:

¿Es usted la sucesora de Helena? Va a ser difícil llegar a la altura de ella. Ella era un fenómeno.

Más adelante, en el pasillo, otra persona le dijo:

Te tengo pena. ¡No existe nadie en el Mundo como Helena!

La tercera persona que encontró, la recibió con votos de bienvenida, afirmando que la empresa era un óptimo lugar para trabajar, pero completó, con tristeza:

¡Entretanto, está claro que las cosas nunca serán las mismas sin Helena!

La joven estaba a punto de dar media vuelta y dejarlo todo. ¿Cómo ella podría competir con aquella persona que todos mencionaban?

Finalmente, le indicaron el despacho donde debería trabajar. El mismo despacho en donde trabajara Helena, tan mencionada, que ella estaba sustituyendo.

Lo que vio ha sido una montaña de cartas, memorandos, folletos, recortes de periódicos, todo sobre la mesa de trabajo.

Una montaña de casi un metro de altura.

Bueno, le dijo la directora de personal, Helena era brillante, creativa, extraordinaria, pero un poco... desorganizada.

La novata mal se sentó en su escritorio, mirando todavía en pánico aquella montaña de papeles que debería leer, seleccionar, archivar, tirar a la basura, cuando la puerta se abrió:

Hola, dijo una voz cordial. Bienvenida. Helena trabajó aquí por 28 años. ¿Crees que vas a durar tanto así?

Era el fin. Ella agarró el teléfono, llamó a una amiga, casi llorando y le dijo de su gran error.

¡Me estoy dimitiendo, me voy de aquí! No voy a conseguir competir con el espectro de alguien tan bueno en todo que hacía.

María, la amiga, le dijo con firmeza:

¡Tranquila! ¡Espera un momento! ¿Donde está aquella amiga mía con ganas de crecer, de progresar?

¿Donde está la persona que conozco, siempre lista a enfrentar desafíos y alcanzar victorias?

A propósito, ¿te acuerdas de su nombre?

Sorpresa, la joven llorosa respondió:

¡Que pregunta más rara! Claro que sé  mi nombre: Rosa.

Eso es, eres Rosa, no eres Helena. No puedes y no debes ser igual a la Helena.

Muéstrales tu capacidad de trabajo,  tu creatividad,  tu manera de trabajar, y tu potencial.

Eres Rosa. No te olvides de eso. No desees ser igual a nadie. No imites a nadie.

Lo maravilloso, en este inmenso Universo de Dios, es que cada persona es inigualable. Por eso, nunca deberás querer ser igual a Helena.

Sé tu misma. Y conquista tus colegas, tu jefe, los clientes por tus propias cualidades.

Rosa se quedó en el empleo. Alcanzó un gran éxito en su trabajo.

Y, por haber tenido oportunidad de entrar en constante contacto con autores célebres, ganó inspiración y estímulo para escribir su propio libro.

Dígase: ¡un gran éxito!

*   *   *

Dios creó a los Espíritus simples e ignorantes.

Les confirió la inmensa posibilidad de progresar.

Cada uno utiliza esa posibilidad como mejor le da la gana.

Por eso, cada cual tiene sus méritos, sus cualidades inigualables.

Y nadie debe querer ser exactamente igual al otro. Se siguen ejemplos, pero no se reprisan los mismos actos.

Se observan experiencias, pero no se reproducen posturas.

Cada uno de nosotros, Espíritu inmortal, es único en su potencial de Ser inteligente.

¡Piense en eso!

Redacción del Momento Espírita, con base en
las págs. 51 a 55 del libro Pequenos milagres, de
Yitta Jalberstam y Judith Leventhal, 4. ed., ed.
Sextante.

© Copyright - Momento Espírita - 2024 - Todos os direitos reservados - No ar desde 28/03/1998