La joven ha sido atraída por un
anuncio pidiendo una
directora de programación de eventos para una determinada
empresa.
Se presentó y consiguió
la plaza. El primer día fue
aterrador.
Así que llegó a la
oficina, la empleada de la recepción
la saludó con:
¿Es usted la sucesora
de Helena? Va a ser difícil llegar a la altura de ella. Ella
era un fenómeno.
Más adelante, en el pasillo, otra
persona le dijo:
Te tengo pena. ¡No
existe nadie en el Mundo como Helena!
La tercera persona que encontró,
la recibió con votos
de bienvenida, afirmando que la empresa era un óptimo lugar
para trabajar, pero
completó, con tristeza:
¡Entretanto, está
claro que las cosas nunca serán las mismas sin Helena!
La joven estaba a punto de dar media vuelta y
dejarlo todo. ¿Cómo ella podría
competir con aquella persona que todos mencionaban?
Finalmente, le indicaron el despacho donde
debería
trabajar. El mismo despacho en donde trabajara Helena, tan mencionada,
que ella
estaba sustituyendo.
Lo que vio ha sido una montaña de
cartas,
memorandos, folletos, recortes de periódicos, todo sobre la
mesa de trabajo.
Una montaña de casi un metro de
altura.
Bueno, le dijo la directora de personal, Helena era brillante, creativa, extraordinaria,
pero un poco... desorganizada.
La novata mal se sentó en su
escritorio, mirando todavía
en pánico aquella montaña de papeles que
debería leer, seleccionar, archivar, tirar
a la basura, cuando la puerta se abrió:
Hola, dijo una voz cordial. Bienvenida.
Helena trabajó aquí por 28 años.
¿Crees que vas a durar
tanto así?
Era el fin. Ella agarró el
teléfono, llamó a una
amiga, casi llorando y le dijo de su gran error.
¡Me estoy dimitiendo,
me voy de aquí! No voy a conseguir competir con el espectro
de alguien tan bueno
en todo que hacía.
María, la amiga, le dijo con
firmeza:
¡Tranquila! ¡Espera
un momento! ¿Donde está aquella amiga
mía con ganas de crecer, de progresar?
¿Donde está la persona
que conozco, siempre lista a enfrentar desafíos y alcanzar
victorias?
A propósito, ¿te
acuerdas de su nombre?
Sorpresa, la joven llorosa
respondió:
¡Que pregunta más
rara! Claro que sé mi
nombre: Rosa.
Eso es, eres Rosa,
no eres Helena. No puedes y no debes ser igual a
Muéstrales tu
capacidad de trabajo, tu
creatividad, tu
manera de trabajar, y tu potencial.
Eres Rosa. No te
olvides de eso. No desees ser igual a nadie. No imites a nadie.
Lo maravilloso, en este
inmenso Universo de Dios, es que cada persona es inigualable. Por eso,
nunca deberás
querer ser igual a Helena.
Sé tu misma. Y
conquista tus colegas, tu jefe, los clientes por tus propias cualidades.
Rosa se quedó en el empleo.
Alcanzó un gran éxito en
su trabajo.
Y, por haber tenido oportunidad de entrar en
constante contacto con autores célebres, ganó
inspiración y estímulo para escribir
su propio libro.
Dígase: ¡un gran
éxito!
*
* *
Dios creó a los
Espíritus simples e ignorantes.
Les confirió la inmensa
posibilidad de progresar.
Cada uno utiliza esa posibilidad como mejor
le da la
gana.
Por eso, cada cual tiene sus
méritos, sus cualidades
inigualables.
Y nadie debe querer ser exactamente igual al
otro. Se
siguen ejemplos, pero no se reprisan los mismos actos.
Se observan experiencias, pero no se
reproducen
posturas.
Cada uno de nosotros, Espíritu
inmortal, es único en
su potencial de Ser inteligente.
¡Piense en eso!
Redacción
del Momento Espírita, con base en
las págs. 51 a 55 del libro Pequenos milagres, de
Yitta Jalberstam y Judith Leventhal, 4. ed., ed.
Sextante.