Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Conociendo el viejo padre

¡Hijo, despierta! ¡Son las ocho de la mañana! ¡Te retrasarás!

Con un salto el joven se levantó. Sin embargo, en seguida se dio cuenta que era su primer día de vacaciones.

Madre, ¿retrasarme para qué?

Para ir a  pescar con tu padre.

El joven perdió todo el entusiasmo. Si, prometió a su padre que en cuanto estuviese de vacaciones pescaría con él. Pero, ¿había que ser en el primer día de vacaciones?

Se fue al fin, aunque sin muchas ganas.

Sentado al lado de su padre, que conducía cantando, el joven pensaba en como su padre estaba quedándose viejo y decrépito.

Se quedaba cantando músicas antiguas, reía, hablaba y hablaba.

Finalmente llegaron. El padre aparcó el coche, pero dijo que el local no era apropiado para la pesca. Allí los peces eran pequeños.

Caminaron durante dos horas en medio de la mata densa hasta llegar al pesquero secreto del padre.

Claro que es secreto, dijo el joven, molesto. Nadie, a no ser tú viene aquí. Ni siquiera los peces.

¡Eso es lo que tú piensas! – dijo el padre. Aquí es donde se reúnen las mayores tilapias de la represa.

Puso botas altas, pantalones impermeables y, bien dispuesto, se adentró en el agua para cortar el mato que invadía casi todo el lago.

Todo estaba pareciendo muy disparatado al hijo. ¿Qué gracia podía haber en todo eso?

Cuando el padre preparó la caña de pescar y lanzó el anzuelo, él no soportó y dijo:

Padre, estoy preocupado contigo. Esa locura de venir hasta el fin del mundo para pescar tilapias. Y la madre me dijo que tú nunca vuelves con pescados.

¿Ya pensaste  en buscar un psicólogo?

Estoy perfectamente bien, dijo el padre. Freitas, que viene siempre aquí conmigo, es psicólogo. Tavares es psiquiatra.

En ese momento, él sintió la fisgada en el anzuelo, asió de la cuerda y allí estaba ella: una tilapia grande.

El joven estaba sorprendido.

Padre, ¿ya has pescado antes un pez así tan grande?

Siempre, hijo mío.

Pero, nunca te he visto llevar ninguno para casa.

Te enseñaré por qué, dijo el padre. Y fotografió al hijo firmando el pez.

Después, devolvió la tilapia al agua.

Pesco por placer,  no para llenar la barriga.

Sí, aquello era muy bueno, pensó el hijo. El restante del día lo pasó pescando con el padre, y devolviendo a las aguas lo que pescaba, después de fotografiar.

Vaya buscar a su hermano, decía, soltando el pez.

Al final del día, en el retorno al hogar, confesó que hacía tiempo que no se divertía tanto. Aquello sí, era algo extremo.

Por la noche, mientras se preparaba para dormir, concluyó que su padre no tenía nada de loco o desequilibrado.

Su padre sabía vivir. Su padre era un genio. Y él había descubierto eso en aquel día.

 

Pensamiento

 

¿Tú ya planeaste estar todo un día al lado de tu viejo padre, bebiendo de su sabiduría?

¿Ya intentaste conversar sobre los tiempos en que él se ponía brillantina en el cabello para enamorar a tu madre?

¿Ya has pensado que tu padre también fue niño, adolescente, joven?  ¿Qué tuvo sueños?

Mira a tu viejo con los ojos de quien valora la experiencia, los años de madurez, las luchas que hicieron encanecer sus cabellos.

Y, sin recelos, abraza a tu viejo, agradécele por todos los días de alegría que él te brindó.

Haz eso. Aunque sea por primera vez. Hoy, mientras estás a tiempo y él aún está a tu lado.

Redacción del Momento Espírita
con base en la historia Meu pai... o rei do peixe,
de Maurício de Sousa, Revista Cebolinha, n. 224.

 

 

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