Los Espíritus enseñan que felicidad completa es señal característica de la perfección espiritual.
Mientras el hombre posea vicios y grietas morales, sufrirá.
La identificación exclusiva con las cosas materiales causa sufrimiento.
Todo lo que es material es transitorio.
Él que pone su fuente de satisfacción en elementos volcados meramente a la materia está señalado a perderla.
Al término de la existencia terrenal quedan solamente las conquistas morales e intelectuales.
Tales conquistas corresponden al tesoro que ningún ladrón logra robar y que las polillas y la herrumbre no alcanzan.
La perfección espiritual no está limitada solamente a la conquista de las virtudes morales.
Involucra también el cultivo del intelecto.
La razón y el sentimiento perfeccionados y purificados constituyen las dos alas que conducen el Espíritu a la plenitud.
Importa, pues, dedicarse al cultivo de ambos.
La felicidad es el sueño de todo hombre.
Pregunte a cualquiera lo que desea y él con certeza afirmará que quiere ser feliz.
La búsqueda de la plenitud, del bienestar y de la paz viene conduciendo la raza humana a lo largo de las eras.
La fragilidad misma de la vida material desafía al intelecto.
En el esfuerzo por preservarla y vencer los elementos de la naturaleza, los hombres desarrollan sus facultades intelectuales.
Con el tiempo, el intelecto desarrollado se fija en cuestiones más transcendentales.
Surgen reflexiones sobre la razón y la finalidad de la vida.
Se pregunta el porqué de tantos sufrimientos que comprenden la vida humana.
El Espiritismo responde a tales cuestionamientos.
Enseña que los obstáculos y los infortunios se destinan a desarrollar la sensibilidad y el intelecto humanos.
La igualdad delante del dolor, de la enfermedad y de la muerte demuestra como todos nos asemejamos y debemos ser solidarios.
Ricos y pobres, bellos y feos, todos se someten a los imperativos de la naturaleza.
Es difícil permanecer insensible delante de un dolor que ya se experimentó.
A la medida que la Humanidad evoluciona, los dolores se tornan menos atroces.
En razón de la evolución intelectual medicamentos y terapias sofisticadas son creados.
Todo se encadena en el Plan Divino.
El progreso intelectual ocurre de manera casi automática, por el deseo natural de los hombres en eximirse de los dolores y dificultades.
El progreso moral secunda el intelectual, pero demanda una sensibilidad y un esfuerzo a más para concretarse.
Y presupone suficiente madurez para comprender la vida a partir de una visión más elevada.
El momento actual de la Humanidad ya posibilita comprender que las conquistas materiales no garantizan la felicidad.
No obstante la evolución científica y tecnológica, los hombres aún siguen angustiados y carentes de paz.
Para ser feliz es necesario vencer los viejos vicios, que causan grandes tormentos.
Envidia, celos, egoísmo, avaricia y sensualidad desequilibrada son ejemplos de grietas morales que perturban a quienes las poseen.
El hombre realmente decidido a ser feliz debe dedicarse a combatir sus vicios.
El intelecto desarrollado lo auxilia a identificar sus problemas morales.
Es suficiente pensar cuales de sus características le quitan la paz y no son elogiables en el prójimo.
Identificados los problemas es necesario trabajar para combatirlos.
La persona sensata sabe que no existe resultado sin trabajo, ni recompensa sin esfuerzo.
Nadie se transformará en un ángel debido a un golpe de suerte.
Se impone la aplicación de una voluntad firme en el perfeccionamiento del propio carácter.
La felicidad plena presupone la perfección espiritual, pero esta es fruto del trabajo.
Piensa en eso.
Redacción del Momento Espírita