Dios dotó a los Espíritus del principio de todos los dones.
Entretanto, los creó en estado de simplicidad e ignorancia.
Cada uno debe desenvolver su propia potencialidad, por su mérito y esfuerzo.
En ese proceso de aprendizaje, la Tierra funciona como una escuela.
Los Espíritus que se sitúan en determinada faja evolutiva en ella encarnan para tener las experiencias que necesitan.
La vida humana no está hecha de acasos.
La familia en donde se nace, el medio social en donde se vive, ciertas experiencias importantes, todo eso está planeado.
Antes de encarnar, el Espíritu es auxiliado a percibir sus dificultades y se dispone a enfrentarlas.
Él verifica las áreas en donde necesita burilarse y programa la próxima existencia terrena.
Así, quien se dejó tomar por el orgullo se encamina para una vida obscura.
Aquel que transitó en la promiscuidad enfrenta bloqueos y complejos en el área de la sexualidad.
El rico avaro del pasado programa vivir la experiencia de la pobreza.
El mal jefe se reconduce en la condición del modesto y sufrido empleado.
Quién no amparó debidamente a sus hijos pide para vivir en la condición de huérfano.
Otros resurgen en posiciones de destaque, a fin de se dedicaren a la causa del bien.
Tentados por facilidades y distracciones, necesitan encontrar fuerzas para utilizar sus recursos en favor del próximo.
La belleza, el poder y la fortuna son pruebas difíciles, pues frecuentemente instigan al orgullo y al egoísmo.
Muchos fracasan cuando pasan por tales experiencias.
Pero la realidad es que la vida terrena se destina a promover el mejoramiento del carácter y del intelecto.
Ella es fruto de un serio planeamiento.
Entretanto, no todo está predeterminado.
El libre albedrío esta preservado y cada uno responde por las resoluciones que toma y por los actos que practica.
Del mismo modo, no todos los acontecimientos son anticipadamente previstos.
Las personas con quien se convive no son necesariamente partícipes de un pasado común.
Algunos problemas, dolores, disgustos y enfermedades son inherentes al vivir terreno.
La mayoría de los males y trastornos son frutos de falta de previdencia actual.
Quién se permite actitudes antipáticas y duras transforma meros conocidos en desafectos.
El correcto es que el Espíritu está inserido en dado contexto, en el cual se depara con situaciones que necesita resolver.
Frecuentemente, una criatura le tiene envidia a la suerte de otra.
Los problemas ajenos siempre parecen de fácil solución.
Los dolores de los demás nunca se figuran muy graves para el observador.
Pero cada cual vive lo que necesita.
Las propias tareas son difíciles porque corresponden a áreas de dificultades.
Para seguir adelante, es necesario hacer la lección del momento.
Así, pare de debatirse con las exigencias de su vida.
No busques huir de sus problemas y aflicciones.
Dedíquese antes a resolverlos, a fin de liberarse de ellos.
Si la vida le pide paciencia delante de situaciones ineluctables, sé paciente.
Ante un familiar o un jefe difícil, ejercite la tolerancia.
Pórtese como un estudiante que desea aprobar el año.
Deje de reclamaciones y haga la lección.
Por las dificultades que enfrenta, usted puede percibir cuales son sus deficiencias evolutivas.
Empéñese firmemente en burilar su carácter.
Adopte un nivel noble de conducta y jamás se aleje de él.
Usted nació para adquirir virtudes, para ser digno y bondadoso.
Esa es su tarea.
Piense en eso.
Equipo de Redacción del Momento Espírita.