Constantemente, encontramos personas desmotivadas, quejándose delante de los compromisos que asumieron espontáneamente, o movidas por la necesidad.
Sintiéndose infelices, muchos dejan de cumplir sus responsabilidades bajo diversas alegaciones, tales como:
“No me pagan para eso…”
“Nadie me valora…”
“Todo eso me estresa...”
“Mientras me desgasto trabajando, los demás no hacen nada…”…y otras excusas que solamente aumentan las dificultades.
Es verdad que observamos madres y padres de familia sobrecargados con los deberes domésticos que les corresponden.
Los compromisos y cuidados del hogar, de la familia y de la profesión, todo a la vez, producen desgastes y cansancio, indudablemente.
Sin embargo, partiendo del principio de que “Dios no nos entrega una carga superior a nuestras fuerzas”, como establece el dicho popular, constatamos que el enfado no se justifica.
Comprendiendo la perfección de las Leyes Divinas, consideramos que tales actividades y luchas están bajo la mirada de esa Divina Perfección.
Por otro lado, las reclamaciones y el mal humor permanente no solucionarán los problemas, tampoco quitarán los deberes para con ellos. Antes, aumentará la tortura bajo las cuales cree estar viviendo.
Puedes elegir: hacer lo que debes con rabia y mala voluntad, transformando tu día en un infierno; o por otro lado, cumplir con los deberes conservando la calma, la paciencia y extrayendo lecciones útiles para la vida.
Puedes, además, verificar si realmente no trabajas demasiado, si no te cansas en exceso, motivado por el deseo de tener un nivel de vida económico y financiero superior a lo necesario.
De ser así, tu reclamación es ilegítima. La situación depende solamente de ti para ser resuelta.
Si estás obligado a esas múltiples actividades porque son vitales para el equilibrio social de la familia, de tu vida; si no es posible modificar la situación sin graves perjuicios para ti y los tuyos, significa que te encuentras en el centro de acontecimientos importantes para el reequilibrio general, delante de las Leyes de Dios.
Si tus múltiples tareas atienden a necesidades que no logras transponer, sea en parte o durante toda tu vida terrenal, piensa en la importancia de tal experiencia para tu reajuste espiritual.
Piensa en la bendita siembra para el futuro cercano.
Por otro lado, ves que trabajas mucho y condenas a quienes nada o casi nada contribuyen al campo de sus conocimientos.
Date cuenta de que esa condición displicente en la que viven hoy estas personas, les crea la necesidad de ajustarse a las Leyes Eternas en el porvenir.
La diferencia entre tu y ellos radica en que te encuentras en activo proceso de reajuste, respondiendo hoy por el mal uso del tiempo en épocas pasadas.
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Haz todo con alegría interior, porque estás en camino de tu liberación.
Lo que te duele no es el trabajo, puesto que el trabajo es Ley de Dios.
Lo que te atormenta es el precio del rescate en los escenarios del mundo, caracterizado por la indiferencia para con las dificultades de tu lucha.
Así, al considerar tus múltiples actividades, no te lamentes y recuerda: el trabajo es una excelente oportunidad de crecimiento interior.
Redacción del Momento Espírita, con base en el capítulo 23 del libro “Para uso diário”, del Espíritu Joanes, psicografiado por José Raul Teixeira, ed. Fráter, Brasil.