El perdón es una necesidad en la vida de cualquiera.
Se trata de un recurso que auxilia a seguir en paz por el camino.
La existencia humana está llena de percances y decepciones.
La variedad de personalidades ocasiona pequeños y grandes atritos.
Incluso personas buenas y honradas, a veces hieren a sus semejantes.
La propia dinámica del mundo moderno dificulta que se dé la debida atención a las expectativas y sentimientos de los demás.
El que se permite acumular rencores se vuelve infeliz.
Siempre habrá algún mal que recordar. Puede ser una grosería, una desatención o una palabra inadecuada.
El hombre que se dedica a buscar defectos y ofensas, seguramente los encontrará.
Sin embargo, el que ofendió a alguien, talvez sin quererlo, auxilió a su vez en múltiples ocasiones.
La cuestión es elegir lo que se quiere valorizar.
¿Qué es lo más importante?
¿Innumerables actos amables o una expresión de indelicadeza?
¿La prudencia de toda una vida o una palabra indiscreta que se dice con descuido?
¿La actitud generosa habitual o un acto egoísta?
Muchas amistades se pierden porque alguien se siente traicionado. Frecuentemente, esa traición no es significativa.
Se trata antes de un momento infeliz, que de algo premeditado.
Respecto a eso, es interesante recordar el pasaje bíblico en el que Jesús es invitado a manifestar Su opinión sobre la mujer adúltera.
Contradiciendo la expectativa general, el Maestro afirmó:
El que esté sin pecado le arroje la primera piedra.
He aquí la lección: quien no tenga la conciencia pura no puede juzgar.
Por otro lado, las personas puras no juzgan a nadie.
En el episodio bíblico, Jesús se limitó a recomendar a la pobre mujer que no pecara más.
Es importante tener en mente esa saludable lección.
¿Quién posee en la Tierra la conciencia totalmente limpia?
Para condenar una acción egoísta del prójimo, es necesario haber sido siempre generoso.
Pero, el simple acto de condenar un pequeño desliz ya sugiere falta de generosidad.
Para sentirse herido durante largo tiempo por un comentario mal intencionado, es imprescindible nunca haber hablado mal de nadie.
Quién se aflige con la indiscreción recibida, señala haber sido siempre estrictamente discreto.
De no ser así, se trata de un hipócrita que hace lo que condena en los demás.
En la convivencia social y familiar es necesario recordar que los seres humanos son imperfectos. Gradualmente, mejoran con el paso del tiempo y con las experiencias.
Para no transformarse en un individuo rencoroso e infeliz, el perdón es imprescindible.
Aún cuando seamos la diana de una actitud realmente inferior o cruel, persiste la necesidad de perdonar.
Todos somos Espíritus muy antiguos, con innumerables reencarnaciones. En ese largo camino no siempre fuimos felices en nuestras acciones.
Nos equivocamos muchas veces, pero aprendemos con la experiencia y seguimos adelante.
En consecuencia, ya no podemos permitirnos determinadas inferioridades que nos escandalizan.
Entretanto, algunas situaciones de nuestro pasado claman por correcciones.
Si un gran dolor nos afecta, no nos indignemos con quien es solamente su agente.
La causa está en nuestra conciencia en desarmonía con las Leyes Divinas, en nuestra necesidad de experimentar ciertas decepciones.
Delante de situaciones inevitables y ofensivas, no repliquemos.
La capacidad de perdonar propicia la liberación del pasado y nos habilita para experiencias más felices.
Frente a los equívocos ajenos, es necesario perdonar, silenciar y esperar el tiempo.
Redacción del Momento Espírita.