Una cascada fluyendo blanca, como una cortina bordada; un cielo repleto de estrellas, el olor de tierra mojada después de la primera lluvia, gotas que brillan en pétalos.
La naturaleza es un espectáculo para contemplarse en silencio respetuoso, con el corazón en oración.
Dios se muestra, majestuoso, en Sus obras monumentales.
El arte, el bello, el refinamiento, la exactitud. Todo es visible en la naturaleza.
Por eso, uno de los mayores filósofos de la Tierra, escribió palabras que resumen de manera completa lo que representa la naturaleza para el hombre habituado a pensar en Dios.
Es de Immanuel Kant esta bella frase: Dos cosas llenan mi alma de admiración y respeto: el cielo estrellado sobre mi y la ley moral dentro de mi.
Y delante de ese espectáculo de formas, colores y perfumes, ¿qué hacemos nosotros, los seres humanos?
Contaminamos, matamos, utilizamos sin cuidado. Hace pocos años que la Humanidad pasó a observar que nuestro Mundo está maltratado.
La palabra Ecología entonces entró en la moda, ganó el Mundo, se tornó sinónimo de conciencia ética. Pero muchos de nosotros todavía estamos distantes del sentimiento de reverencia que la obra Divina debería merecer de todos.
Bosques devastados, ríos transformados en canales pútridos, animales torturados y vendidos como mercancía barata.
Eso nos muestra cuánto aun estamos distanciados del ideal de amor y respeto que la obra de Dios se merece.
La casa planetaria – saqueada, contaminada, agredida – gime bajo el dominio humano. Y los resultados empiezan a surgir, preocupantes: calentamiento global, enfermedades, muerte de especies.
Y el producto de nuestro desprecio se vuelta contra nosotros mismos. Huracanes, tsunamis, tifones.
Cuando ocurren las grandes tragedias, decurrentes de fenómenos naturales, el hombre es la primera víctima.
Y aun así, resiste en continuar ciego para las señales de que hay algo profundamente equivocado en la manera como nos relacionamos con la naturaleza.
¿Cómo reverter ese cuadro? ¿Cómo restaurar el equilibrio?
La respuesta está en la palabra educación.
Ese arte de educar los caracteres es la llave para que las futuras generaciones tengan una visión más amplia sobre el papel del ser humano, como agente causador de la destrucción del planeta donde vivimos.
A los hombres del futuro – que hoy son niños y adolescentes – nos cabe ofrecer una consciencia más esmerada y una noción más plena sobre preservación del medio ambiente.
Pero... ¿cómo se hace eso?
Educándoles desde hoy. Una educación que va más allá de la escuela formal. La educación del Espíritu, que consiste en implantar nuevos conceptos ético-morales en el individuo.
La educación del Espíritu es completa. No solamente le informa sobre las reglas de gramática y las normas de la geometría.
Habla al hombre sobre su papel en el Mundo. Edúcale para la convivencia fraternal con todos los seres – humanos, animales y vegetales.
Y le prepara para cuidar del lugar en donde vive.
En el día-a-día, esa educación se muestra en el combate a los desperdicios de toda orden, en la economía de los recursos naturales, en el respeto integral a toda forma de vida.
Un ejemplo de esa consciencia superior puede ser encontrado en Francisco de Asís, que amaba la obra Divina a tal punto que llamaba de hermanos al sol, a la luna, al viento, al agua y a las estrellas.
¿Quién de nosotros podría mejor traducir el amor, que abrazando a la naturaleza con palabras de amor?
Redacción del Momento Espírita.
Disponible en el CD Momento Espírita Español, v. 1, ed. FEP.
En 27.6.2014.