Muchas personas viven según un sistema ambiguo de valores.
Se posicionan como severos críticos de sus semejantes, pero se permiten actitudes deshonestas.
Reclaman de los políticos ignominiosos. Comentan, con maldad, del colega perezoso. Critican la familia del vecino.
Sin embargo, no tienen tanta honestidad en su manera de actuar.
Si la oportunidad se presenta, buscan la ganancia fácil.
Si el cajero del supermercado se equivoca en el cambio, se callan.
En la ausencia del jefe, trabajan más lentamente.
Utilizan el teléfono de la empresa para tratar sus asuntos particulares.
Ese género de comportamiento revela un carácter perezoso e hipócrita.
El ser humano tiene discernimiento suficiente para identificar el comportamiento ético ideal. Por lo tanto, sabe cuando sus amigos no se portan bien, sin embargo, no se anima a vivir correctamente.
La persona que opta por ser imprudente, siempre encuentra disculpas para justificar su manera de actuar.
Algunas frases permiten identificar alguien acostumbrado a justificar sus equívocos:
¡No soy de hierro!
¡Soy solo un hombre!
¡La vida es corta!
¡No soy santo!
¡Todos hacen lo mismo!
Quien conoce lo que es correcto, pero actúa equivocadamente, vive distanciado de su consciencia.
Ocurre que la Ley Divina está grabada en la consciencia de cada Espíritu.
Llegará el momento en que nuestras cuentas serán presentadas a ese juez severo.
Por más que el ser humano intente retardar el encuentro con su propia consciencia, eso inevitablemente ocurrirá.
Entonces, no habrá disculpas aceptables.
A un desconocido es posible engañar.
Pero, a uno mismo nadie logra engañar.
Según la máxima bíblica, “A quien más se le da, más será pedido.”
Quien se equivoca por ignorancia se recompone fácilmente con las Leyes Divinas.
Pero, quien se equivoca, conociendo el camino correcto, se complica enormemente.
Hasta la actitud de retardar el arreglo de las cuentas tiene un precio muy alto.
Esa violación constante de la propia consciencia genera innumerables enfermedades. Fobias, neurosis y disturbios de los más variados, surgen en la vida de quien intenta huir de su realidad interior.
Actuar de manera consciente en el error, implica transgredir el propio estado evolutivo y vivir una mentira.
Así es que, para de engañarte.
Ya que deseas ser feliz, preserva la integridad de tu ser.
No violes tu esencia, no te permitas actuar en el error.
No importa si los demás son imprudentes.
El compromiso tuyo es con tu consciencia.
Si el vecino es deshonesto, él está sembrando dolores para el futuro.
Temprano o más tarde, tendrá que devolver lo que no le pertenece.
El hombre que roba, prepara un futuro terrible para si mismo.
Quien deshonra los hogares ajenos, establece vínculos que se romperán solamente a costa de muchas lágrimas.
Como no deseas la miseria y el dolor en tu destino, vive según un padrón de conducta recta.
Sé rigurosamente leal, trabajador y generoso.
Examina diariamente tus actos.
Lo que no es admirable en el prójimo, tampoco será bueno para ti.
Rectifica constantemente tu proceder.
Establece un sistema elevado de valores para orientar tu vida y sé fiel a el.
Al término de la experiencia terrenal, todos hacen un balance de lo que vivieron.
Cela para que ese sea un momento de gloria, en el cual te reconozcas como un ser humano digno y bueno.
Redacción del Momento Espírita.