Linda era una modelo famosa. Solicitada y disputada, conseguía contratos millonarios. A pesar del dinero, de la fama y de la belleza, no era feliz.
Sentía un inmenso vacío por dentro. Sufría de pavor, ansiedad e insomnio. Pensó en tomarse alguna medicina. Algunos amigos aprobaron, otros no.
Ella decidió buscar otras terapias. Firmó contratos que jamás había soñado. Trabajaba mucho, pero continuaba atormentada.
Un día, por la mañana, iba en coche al trabajo, por el camino de siempre, el tráfico paró. Un policía estaba desviando todo el tráfico para una calle estrecha, porque se había roto una alcantarilla en la avenida principal.
Conduciendo lentamente por la calle desconocida, pasó en frente a una iglesia. Un cartel, escrito a mano, decía: “Sin Dios no hay paz. Conozca a Dios, conozca la paz. Todos son bienvenidos”.
Le pareció raro y siguió en frente. Al día siguiente, haciendo el mismo trayecto, el tráfico paró. Un incendio en una tienda ha hecho con que, otra vez, el tráfico fuera desviado por aquella misma calle.
“¡Otra vez!”, pensó Linda. Y pasó una vez más por la iglesia. Allá estaba el cartel, que ahora le pareció atractivo.
De dentro del coche, espió al interior de la iglesia.
Al tercer día, pensó en cambiar de trayecto. Pero pensó que estaba siendo muy tonta. Al fin, ¿cual era la probabilidad de que, en tres días seguidos, aconteciera el desvío del tráfico, en el mismo local?
“¿Será una prueba?”, pensó. “Si ocurre alguna cosa y el trafico se desvía, voy a tener la certeza de que es una señal”.
Cuando llegó a la avenida, allá estaban los policías otra vez. “Un gran accidente”, explicó uno de los policías, desviando el tráfico, para la ya conocida calle.
“¡Es demasiado!”, dijo Linda. Aparcó el coche y entró en la iglesia. Dentro, había solamente un padre. Él levantó los ojos, la miró con una sonrisa y le preguntó:
“¿Por que tardaste tanto?” – Él había visto el coche de Linda pasar por allí los tres días. Ellos conversaron mucho y como resultado, Linda pasó a frecuentar la pequeña iglesia.
Encontró la paz y la serenidad que estaba esperando. Exactamente como decía el cartel. Ella necesitaba de Dios en su vida y, sin duda, ha sido Dios que providenciara para que, de alguna manera, entendiese que ella precisaba volverse para Él, alimentar su espíritu con la fe, la esperanza y el amor.
* * *
La Providencia Divina siempre está presente en nuestras vidas. Ocurre que, no siempre, estamos de ojos y oídos atentos para percibir y entender.
Hijos bienamados del Criador, no podemos olvidar de buscar el amparo de ese Padre amoroso y bueno, para que en Él encontremos nuestro refugio seguro.
Muchos Lo buscan en las iglesias, en los templos. Otros, en los libros. Algunos intentan el corazón del próximo para ver si allí descubren a Dios.
En verdad, muchos son los caminos, pero el encuentro verdadero se da puertas a dentro de nuestro corazón.
Texto de la Redacción del Momento Espírita con base en el texto Linda Valentine, del libro “Pequenos milagres”, de Yitta Halberstam y Judith Leventhal, ed. Sextante y de la introducción del libro “Paz íntima”, del Espíritu Eros, psicografía de Divaldo Pereira Franco, ed. Leal.