¿Ya has tenido, alguna vez, un pensamiento repentino que te impide de adoptar una determinada actitud?
¿Algo que tú haces, porque has tenido una casi irresistible voluntad de hacerlo, sin saber exactamente el porqué?
¿Pero que, después de un tiempo, te das cuenta de que aquella actitud le salvó la vida? ¿O te impidió cometer una tontería?
Eso pasa con un viaje programado que, a la última hora, se decide suspender; una transacción comercial largamente planificada y que es abortada en el momento de su ejecución.
Un inmueble que sería vendido a alguien y se opta por desistir de la venta; un niño que se quedaría en casa de alguien, por algunas horas…
Esas son situaciones aparentemente simples, comunes. Hechos cotidianos. Sin embargo, la decisión de hacer algo opuesto a lo que estaba programado, o cambiar algo que se estaba haciendo por largo tiempo, decide por su vida. O por su mejoría.
Detalles que solamente percibirás más tarde.
Eso fue el caso de aquella joven de 17 años. Vivía en una calle sin salida.
Por la mañana, estaba en su habitación, preparándose para salir. Un impulso la hizo mirar hacia su cama, que quedaba por debajo de la ventana, y moverla para la pared opuesta.
Parecía un comando mental. Y ella no pensó dos veces.
Al llegar a la puerta para salir, miró de nuevo la habitación, y no pudo entender muy bien lo que había hecho.
Ella no era una persona muy creativa para hacer decoraciones. Normalmente, decidía sobre la ubicación de un mueble y no lo cambiaba más.
Por un breve momento, ella intentó entender por qué hizo el cambio. Pero, en seguida, decidió salir y seguir su camino.
La escuela, las amigas, los estudios. Había muchas cosas por hacer, para decir, para vivir.
Por la noche, ella fue a una fiesta y volvió tarde a su casa. A la una de la mañana. Estaba tan cansada que se cayó sobre la cama y adormeció.
En medio de la madrugada, despertó con un enorme estruendo.
Luces deslumbrantes, bloques de cemento despedazado y la parte delantera de un camión estaban dentro de su habitación.
Trozos de cemento cayeron en su cama. La habitación fue tomada por una nube de polvo.
Saltó de la cama, asustada. Dentro del camión, estaba una mujer. Su rostro sangraba pero, así mismo, ella intentaba dar marcha hacia atrás.
Más tarde, se supo que la mujer, totalmente drogada, cruzó tres carriles, derrumbó el muro del patio e invadió la habitación de aquella manera.
Después del susto, la joven quedó indignada por el peligro que había corrido.
Sin embargo, cuando se dio cuenta de que si no hubiera cambiado la cama de lugar, horas antes del accidente, el impacto del camión la habría matado, entonces, fue que ella dio gracias a Dios por estar viva.
Y por la intuición que tuvo y su pronta decisión.
En la nueva disposición de la cama, el lado derecho del camión se quedó a treinta centímetros de su cabeza.
* * *
El presentimiento, muchas veces, es el consejo interior y oculto de un Espíritu que nos quiere bien.
En la incertidumbre de atender o no al presentimiento, ora a Dios, Señor Soberano de todo y de todos.
Él le enviará uno de Sus mensajeros en tu socorro.
¡Piensa en eso!
Redacción del Momento Espírita, con base en el capítulo 6, del
ibro Não é preciso dizer adeus, de Allison Dubois, ed. Sextante, Brasil,
e ítems 522 y 523, de El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec,
ed. FEB, Brasil.
En 17.6.2014.