Cuenta la tradición persa que una caravana viajaba hacía días por el desierto. Ya no había ni siquiera una gota de agua para saciar la sed.
De repente, los caravaneros encontraron un pozo. Hicieron bajar por él una vasija, pero la cuerda se rompió.
Ocurrió lo mismo con la segunda y la tercera. Decidieron, entonces, que uno de los viajeros bajaría atado a una cuerda, pero él tampoco volvió. Bajó un segundo viajero y este también no volvió.
En ese momento, un sabio que viajaba con ellos, se ofreció para bajar. Y así lo hizo. Al llegar al fondo del pozo, encontró un monstruo horrible que se creía el guardián del pozo.
Él dijo al sabio:
“Ahora tu también eres mi prisionero y solamente tendrás salvada tu vida si responder correctamente a mi pregunta.”
“Pues, pregunte”, dijo el sabio. Y el monstruo cuestionó:
“De todos los lugares del mundo, ¿cuál es el mejor?”
Delante de la pregunta, el sabio pensó que estaba cautivo e impotente en las manos del monstruo. Se dijera que el mejor lugar sería su propia tierra, estaría despreciando al monstruo en su hábitat.
Por fin, respondió:
“El mejor lugar del mundo es aquél donde se tiene un amigo íntimo, aunque esté ubicado en el fondo de la tierra.”
“¡Bravo!”, exclamó el monstruo. “Usted es un hombre verdadero y su sabiduría salvó su vida y de sus amigos.”
* * * *
El mejor de los lugares es donde se tiene un amigo. Amigo sincero, devotado.
Aquél que, como dijo el Maestro Jesús, da su vida por su amigo.
Amigo es alguien que, cuando nos habla mirándonos en los ojos, dice lo que necesitamos oír. Sin embargo, a pesar de que diga verdades y apunte nuestros errores, no nos destruye con su palabra o con su argumentación.
Dosifica las palabras, utilizándolas en la medida cierta tal como se ofreciera una piedra preciosa, poniéndola en un estuche de terciopelo, a fin de que nos no hiera la sensibilidad.
Cuando señala nuestras imperfecciones, no tiene como intuito destruirnos, sino auxiliar en nuestro progreso.
Por eso, no nos reprende públicamente, ni expone nuestros defectos, los cuales conoce perfectamente.
Amigo es aquél que está con nosotros, no para malbaratar el tiempo, pero si para vivir abundantes horas de felicidad.
Es alguien que, cuando asiste a una película, le un libro y enriqueciéndose con ellos, los recomienda, pero sin quitarnos el gusto de conocerlos por nuestros propios medios.
Amigo es alguien que, aunque lejos, sigue presente.
Su voz, su ternura, sus actos nos vienen a la mente siempre que los recuerdos llegan a nuestras almas.
Para esa persona, debemos entregar lo mejor que tengamos.
Él debe recibir nuestra atención, nuestro afecto, nuestra lealtad.
Y si contrariedades intentaren ofuscar el brillo del sentimiento que nos une al amigo, no nos olvidemos de los días felices, así como de las horas difíciles que afrontamos juntos.
Recordémonos de las veces en que su amistad nos socorrió, nos llenó algún vacío existencial.
Recordémonos de las muchas veces en que compartimos deseos, ideales, esperanzas, sin palabras…
Recordémonos… Recordémonos…
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Cultiva la amistad, preserva los amigos en los días felices.
Cuando llegaren las horas de soledad y sintieres la ausencia de halagos, siempre encontrarás en las amistades sólidas la satisfacción de tus necesidades.
Redacción del Momento Espírita, basado en un cuento persa, de autoría desconocida.