El fenómeno es de los más antiguos.
Volviendo en el tiempo, encontramos sus registros en uno de los primeros libros de la Humanidad, la Biblia.
En el versículo segundo, del capítulo primero del libro Génesis, se lee: Las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.
El hombre presentía la presencia del Creador. Eso quiere decir que el hombre registra, desde siempre, el mundo del más allá. El mundo de los seres espirituales.
Pablo de Tarso, dándose cuenta de esa percepción especial del ser humano, la denominó: don. Y, acerca de eso, escribió en su Epístola a los Corintios, describiendo sus variedades.
Mientras estaba en la Tierra, el Hombre de Nazaret, dio múltiples pruebas de la interrelación de los dos mundos, el físico y el espiritual.
Habló de los Espíritus atormentados que se auto denominaban Legión, en la ciudad de Gadara, y que agredían al joven traído para la curación.
Señor de los Espíritus – así lo denominaron al comprender que los Espíritus le obedecían.
Sin embargo, solamente en el siglo XIX este don sería ampliamente estudiado y decodificado, por el sabio Allan Kardec. A ese don le denominó específicamente: mediumnidad, la capacidad de ser un intermediario entre el mundo material y el espiritual, entre una y otra dimensión.
Médium o intermediario.
Aun bastante incomprendida en la actualidad, la mediumnidad es una facultad inherente al ser humano.
De ella casi todos los hombres tienen vestigios. Algunos más, otros menos.
¿Quién ya no tuvo la sensación de tener a alguien invisible a su lado, velándole en las horas difíciles?
¿Quién ya no se refirió a la interferencia de los seres angélicos en los momentos de grandes dificultades?
¿Quién ya no ha entregado un hijo que parte para tierras distantes a los cuidados de un ser que se llama ángel de la guarda, ángel guardián, protector, orientador?
¿Quién ya no escuchó el susurrar de voces imperceptibles, en su interior?
Es muy frecuente encontrar personas que vivieron tales experiencias o que conocen a alguien que las hayan registrado.
Todo eso nos indica que el mundo espiritual está presente de forma constante en el mundo material. Se puede decir que hay una interpenetración de uno con el otro.
Nos movemos en la esfera física, pero nuestros actos y pensamientos repercuten en la esfera espiritual.
Nadie está a solas. Como decía el Apóstol Pablo: Estamos rodeados por una nube de testigos.
Sombras, Espíritus, guías. No importa como los llamemos, ellos son realidad. Y, silenciosamente, velan por nosotros. Discretamente nos orientan. Sutilmente nos dan pruebas de que nos cuidan, siempre atentos.
¡Piensa en eso!
Cuando estés a punto de desanimarte por sentirte solo, abandonado, piensa que alguien, de la Espiritualidad, protege tu vida y cela por ti. Puedes no creer, pero no importa. Los que te aman están igualmente contigo.
Redacción del Momento Espírita.
Traducción: Vera Regina de Sousa, Miguel Angel Gill y Lincoln Barros de Sousa