Cierta vez, un padre muy sensible percibió que una de sus hijas estaba sufriendo y le preguntó que estaba pasando con ella.
La muchacha respondió que había sido criticada por las amigas por ser una persona simple, por no le gustar de ostentación y no tener la preocupación excesiva por su estética.
Ella estaba sintiéndose despreciada y triste.
El padre, gran educador, al ver el sufrimiento de su hija, le dice, con cariño:
“Hija, algunas personas prefieren un sol lindo pintado en un cuadro, otras prefieren un sol real, aunque esté cubierto por las nubes.”
En seguida le preguntó:
“¿Cuál es el sol que tu prefieres?”
Ella pensó un instante y respondió:
“El sol real.”
El padre añadió:
"Aunque las personas no crean en su propio sol, el está brillando.
Tú tienes luz propia. Un día, las nubes que lo cubren se disiparán y las personas podrán observarlo. No tengas miedo de las críticas de los demás, ten miedo de perder tu luz.”
Muchos jóvenes se sienten rehenes ante la opinión de los demás, y sufren mucho cuando son criticados, pues su deseo más profundo es ser aceptado por los colegas.
Un hecho, también muy corriente en la vida de los jóvenes, es que no todos logran superar el desprecio.
El desprecio, la indiferencia, los comentarios maliciosos, son generadores de muchos sinsabores en el alma juvenil, cuando sus padres descuidan la orientación y atención adecuadas.
El joven, todavía inmaduro e inseguro, delante de una situación de gran estrés puede tomar el camino de las drogas, de la depresión, de la degeneración moral.
Por eso, es importante que los padres estén atentos, en esos días en que las nubes pasan sobre los corazones juveniles, obscureciéndoles el sol interior.
Enseñe a su hijo el arte de construir su propia felicidad, aunque todo parezca conspirar en su contra.
Muéstrele a él que, lo que piensan los amigos o dejan de pensar, no intensificará su luz interior, ni la disminuirá.
Dígale que, lo que hace la diferencia, es lo que él realmente siente y es.
Enseñe a su hijo a no esclavizarse al consumismo atormentado, a la neurosis de buscar la belleza física a cualquier costo, y a no depender de la opinión de los demás para ser feliz.
Enseñe a su hijo que la verdadera belleza está en el alma, y no en una silueta bien definida.
Dígale que la belleza física es pasajera como las flores de un día, y que el espíritu es un ser inmortal que sobrevive a la materia y transciende el tiempo.
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"Aunque las personas no crean en su propio sol, el está brillando.
Tú tienes luz propia. Un día, las nubes que lo cubren se disiparán y las personas podrán observarlo. No tengas miedo de las críticas de los demás, ten miedo de perder tu luz.”
Acredita en esa verdad y ajuste la mirada de su hijo, para que él también pueda ver en si mismo un sol real brillando, aunque a veces esté cubierto por las nubes.
Piensa en eso, y si guardas algún tipo de miedo, que sea el de perder su propia luz.
Redacción del Momento Espirita, con base en el cap. 6, parte 1, del libro Padres brillantes, profesores fascinantes, de Augusto Cury, ed. Sextante.