¿Cuál
es la parte más importante del cuerpo? Este es un asunto, seguramente, de difícil
solución. Pues fue eso lo que una madre muy joven le preguntó un día a su
hijo.
El
niño pensó un poco y recordó de lo importante que es el sonido para los seres
humanos, pues permite la audición de la voz humana y de los animales, del
viento, de la lluvia, de la música. Por eso, contestó: “mis orejas”, mamá.
“No,
tú no has acertado. Pero, no te preocupes. Continúa pensando en el asunto. En
otra oportunidad, te vuelvo a preguntar.”
Pasó
un tiempo hasta que la madre le volvió a hacer la misma pregunta. El chico, que
desde su primer intento de respuesta frustrada, había pensado mucho en el
asunto, contestó inmediatamente:“Mamá,
la visión es muy importante para todos. Ella nos permite ver la belleza de los
colores, el rostro de nuestros amores, las escenas de las películas, del
teatro. Entonces, la parte más importante del cuerpo son
nuestros ojos.”
“Tú
estás aprendiendo rápido”, le dijo la madre, “pero la respuesta todavía
no es la correcta. Se puede vivir sin la visión de los ojos. Piensa en cuántos
ciegos existen en el mundo.”
El
niño no desistió y continuó, a lo largo del tiempo, su búsqueda tras la
respuesta justa. Una que otra vez, la madre volvía a la carga en cada respuesta
del chico, ella aseveraba: “No, no es esta parte la más importante. ¡Pero
hijo, de año en año, tú vas poniéndote más despabilado.”
El
tiempo pasó y un día, el abuelo del niño falleció. Todos quedaron muy
tristes, pues lo amaban mucho. Todos lloraron. El jovencito vio que su padre
también lloraba. Eso lo marcó
porque era la segunda vez, en su vida, que veía al padre llorando.
Entonces,
la madre que lo miraba, cuando se acercó al ataúd para, desde su fuero íntimo,
dirigir un hasta luego más prolongado al abuelo, le preguntó: “¿Hijo, ahora
tú te has dado cuenta de cuál es la parte del cuerpo más importante?”
El
muchacho se quedó atónito. Ese no era un momento apropiado para hacerle tal
pregunta. Incluso porque, desde la infancia, siempre había llevado todo eso
como un juego entre él y su madre. Un juego que pensaba ganar un día, cuando
descubriera la respuesta correcta.
Pero,
aquel momento era de mucho dolor para pensar en juegos. Aún un poco confundido
por la situación, escuchó que su madre decía: “esta pregunta es muy
importante. Muestra como tú has vivido realmente tu vida. Para cada parte del
cuerpo que citaste en el pasado, yo contesté que estabas equivocado. Pero hoy
es el día que necesitas aprender esta importante lección”.
Ella
miró al hijo de la manera que sólo una madre puede hacerlo. Sus ojos
derramaban lágrimas cuando dijo: “mi querido, la parte del cuerpo más
importante son tus hombros.”
“
¿Es porque sostienen mi cabeza?”
“No,
hijo. Es porque se puede apoyar en ellos la cabeza de un amigo o de alguien
querido cuando llora.”
Todos
precisan de un hombro para llorar en algún momento de su vida, mi querido.
Espero
que tú tengas bastante amor y amigos. Y que tengas siempre un hombro disponible
si alguien precisa llorar.
¡Piensa
en eso!
Las
personas podrán olvidarse de lo que has dicho, después que ha pasado un tiempo.
Incluso porque, casi siempre no nos habituamos a escuchar con el corazón y la
memoria nos traiciona.
Las
personas podrán olvidarse de lo que has hecho, con el transcurrir de los años.
La
memoria de la gratitud suele empalidecerse con el pasaje del tiempo.
Pero
nadie jamás se olvidará de cómo las has hecho sentir, de la amistad que les
has brindado, de la emoción que les has proporcionado, de la soledad que tú
has colmado con tu presencia, del amor que has sembrado.
¡Piensa
en eso!
Equipo
de Redacción de Momento Espírita, con base en la historia “La parte más
importante del cuerpo”, de autor desconocido de nuestro equipo. Versión en
español: Roberto M.L. Roca / AD LITTERAM Tradutores Associados.