Hay personas que defienden la
idea de nivelar las condiciones de higiene de todos los seres en todos los
cuadrantes de la Tierra.
Sin embargo, es necesario considerar que, no todos están en condiciones de limpiar y conservar limpia su casa, sea ésta física o mental.
Lo que queremos decir es que no podemos esperar ninguna gran modificación en los escenarios de la vida física, antes que surjan profundas alteraciones en el mundo moral de los hombres, y eso es una cuestión de educación.
Si colocamos a alguien sin educación para vivir en un palacio, pronto será reducido a ruinas.
Llevemos a alguien sin educación para convivir en un jardín, y en poco tiempo, lo transformará en un campo arruinado.
Entreguemos a alguien sin educación la guarda de niños sin experiencia y es posible que, dentro de poco, nos encontremos con diversos delincuentes, por los ejemplos degradantes con los que conviven.
Coloquemos detritos en las manos de una persona sin educación y veremos como serán desparramados, provocando enfermedades y otras molestias.
Por otro lado, si algún individuo con feliz educación necesita habitar en una casucha, con seguridad la transformará en un ambiente limpio y agradable, aunque pobre.
Notaremos, desde luego, que en aquella cabaña humilde habita alguien higiénico. Veremos las latas viejas convertidas en floreros, la ropa limpia colgada en las cuerdas sencillas, la claridad del sol inundando las habitaciones pequeñas y bien ventiladas.
La persona educada que tenga un pequeño terreno árido y sin vida, en poco tiempo lo convertirá en un pomar excelente.
Y si colocamos desechos en manos bien educadas, éstos pronto serán transformados en abono útil para fomentar cosechas abundantes.
Por fin concluiremos que si el individuo es educado, habrá armonía a su alrededor y lo contrario también es verdadero.
De nada vale buscar higienizar nuestro planeta sin antes higienizar las mentes de sus habitantes con la verdadera educación, que es el conjunto de los hábitos adquiridos.
De
esta forma, no nos olvidemos jamás que la mejoría de la casa guarda relación
directa con la mejoría moral de su habitante.
¡Piense
en eso!
Para que conozcamos la intimidad de las criaturas, basta que observemos sus reflejos exteriores.
Si la persona está en paz, derrama un aura de paz a su alrededor.
Si está con la mente atribulada, refleja en los gestos las inquietudes de la intimidad.
Si aún no ha conquistado los verdaderos valores morales, anda junto con la indignidad, a pesar de los esfuerzos realizados para que sea una persona de bien.
Así, “cada criatura trae en la frente, pero principalmente en los actos, el sello de su grandeza o de su inferioridad.”
¡Pensemos en eso!
Equipo de Redacción del Momento Espírita, con
base en el libro “Educación y
Vivencias”, cap. 1.
Versión español: Equipo AD LITTERAM
Tradutores Associados