Mucha
gente pasa por la existencia terrena, sin la mínima preocupacióncon lo que van a encontrar en el más allá.
Otros,
al contrario, viven un tormento constante, inseguros con sus actitudes,
imaginando lo que Dios va a pensar de su desempeño.
Algunos
prefieren disfrutar los placeres de la tierra y dejar para pensar en eso más
tarde, cuando se acerque la vejez.
Aunque
los espíritus sean inmortales, muchos hombres viven como tal.
A
pesar de saber que la vida en el cuerpo físico es frágil y pasajera, desean
vivirla como si fuera eterna.
Y
es por ello que, al sentir la aproximación de la línea de llegada, se
desesperan en el intento de encontrar las respuestas correctas, si Dios les
apremia por algo.
Sin
embargo, Dios no es un juez implacable, que espera su llegada al más allá con
el libro de la vida en la mano para anotar sus errores y aciertos.
Dios
está en la conciencia, a través de sus leyes inscritas en ella.
Por
lo tanto, tú tendrás, sí, un tribunal que te pedirá cuentas de lo que has
hecho con todo lo que se te ofreció en la etapa que has pasado en el cuerpo físico.
Y ese tribunal es tu propia conciencia.
Por
ello, si llamamos a nuestra conciencia de Dios, por ser la representación de
las leyes divinas, podremos saber de antemano lo que Dios nos va a preguntar.
Dios no te va
a preguntar qué tipo de coche tú solías conducir, pero te va apreguntar cuántaspersonas
que necesitaban de tu ayuda transportaste.
Dios no te va
a preguntar cuál era el tamaño de tu casa, pero te va a preguntar cuántas
personas abrigaste en ella.
Dios no te va
a hacer preguntas sobre el tipo ropa que tienes en tu ropero, pero te va a
preguntar cuántas personas ayudaste a vestir.
Dios no te va
a preguntar el monto de tus bienes materiales, pero te va a preguntar en qué
medida influyeron en tu vida.
Dios no te va
a preguntar cuál ha sido tu mejor salario, pero te va apreguntar si tú comprometiste tu carácter para obtenerlo.
Dios no te va
a preguntar cuántas promociones has recibido, pero te va a preguntar de qué
forma tú promoviste a los demás.
Dios no te va
a preguntar cuál el puesto que ocupabas, pero te va apreguntar si tú desempeñaste tu labor con lo mejor de tus
habilidades.
Dios no te va
a preguntar cuántos amigos tú has tenido, pero te va a preguntar de cuántas
personas fuiste amigo.
Dios no te va
a preguntar lo que tú has hecho para proteger tus derechos, pero te
va a preguntar qué hicistepara
garantizar los derechos ajenos.
Dios no te va
a preguntar en qué barrio tú has vivido, pero te va apreguntar cómo trataste a tus vecinos.
Dios no te va a preguntar cuántas horas has vivido en la
tierra, pero te va a preguntar qué hiciste con tus horas.
Dios no te va a preguntar quiénes fueron tus familiares,
pero te va apreguntar sobre tu
relación con ellos.
Dios no te va a preguntar si hubo obstáculos en tu camino,
pero te va a preguntar sobre los esfuerzos que has hecho para superarlos.
Dios no te va a preguntar sobre el patrimonio que les has
dejado a tus herederos, pero va querer saber de las riquezas espirituales que
llevarás en la maleta.
Y, solamente tú, sabrás las respuestas que tendrás que
darle.
¡Piensa en eso!
Jesús aseguró que a cada uno le será dado según sus
obras.
Por ello, de
nada vale pensar en disculpas por lo que has o no hecho,pues Dios, que está en tu conciencia, te va a preguntar, sí, sobre tu
desempeño, aunque ya sepa todas las respuestas.
¡Piensa en eso, pero piensa ahora!
Equipo de Redacción de Momento Espírita, con base en un
texto de Whit Criswell.
Versión en español: Roberto M.L.Roca / AD LITTERAM.