Era una mañana con sol caliente
y cielo azul cuando el humilde ataúd con un cuerpo sin vida bajaba a la
sepultura.
¿De
quién se trata? Casi nadie lo sabe.
¿Mucha
gente acompañaba el féretro? No. Sólo una pocas personas.
Nadie
llora. Nadie sentirá su falta. Nadie para decir adiós o hasta pronto.
Casi
enseguida que el cuerpo desocupó la sencilla habitación del asilo, donde
aquella mujer había pasado una buena parte de su vida, la criada responsable
por la limpieza encontró en un cajón, al lado de la cama, algunas anotaciones.
Se
referían al dolor...
Al
dolor que alguien sintió por haber sido abandonada por la familia en un hogar
de ancianos...
Quizás
el sufrimiento fuese mucho más intenso, pero las palabras solamente permiten
expresar una parte de ese sentimiento, escrito en unas pocas frases:
¿Dónde
estarán mis hijos?
Aquellos
niños que arrullé cariñosamente en mis brazos, que alimenté en mi pecho, que
cuidé con tanto empeño, ¿Por dónde andarán?
¿Estarán
tan ocupados, quizás, que ni siquiera puedan visitarme, al menos para decirme,
hola mamá?
¡Ah!
Si ellos supieran lo triste que es sentir el dolor del abandono... La más
deprimente soledad...
Si
por lo menos pudiera mantenerme en pie, caminar... Pero dependo de las
generosas manos de esas chicas que me llevan todos los días a tomar el
sol en el jardín... Jardín que ya conozco como la palma de mi mano.
Los
años pasan y mis hijos no entran por esa puerta, de brazos abiertos, para
estrecharme con cariño...
Pasan
los días....y con ellos, se marcha la esperanza...
Al
principio me alimentaba la esperanza o quizás yo la alimentaba, no sé ...
Pero,
ahora.... ¿cómo ignorar que fui olvidada?
¿Cómo
arrancar ese nudo que se obstina en trancarse en mi garganta, día tras día?
Todas
las lágrimas que vertí no han sido suficientes para deshacerlo.
Siento
que el crepúsculo de esta existencia se aproxima...
Quería
saber algo sobre mis hijos...sobre mis nietos...
¿Recordarán
por lo menos que existo?
La
esperanza, ahora, parece estar aferrada a los minutos... que la arrastran sin
misericordia... cada vez más lejos de mí.
A
veces, en mis sueños, veo un hermoso jardín...
Es
un jardín distinto, que trasciende los muros de este albergue y se abre en
caminos floridos que llevan a otra realidad, donde brazos afectuosos me esperan
con amor y alegría...
Pero,
cuando me despierto, lo que veo es mi realidad... la que vivo....la que siento....
Un
día alguien me dijo que la vida no termina en una tumba oscura y silenciosa. Y
ese ser volvió.... volvió para dar prueba de ello, incluso después de haber
sido crucificado y sepultado...
Y
esa es la única esperanza que me resta...
Siento
que el momento final está llegando...
Después
que parta, me gustaría que alguien encontrara mis anotaciones y las difundiera,
para que pudieran tocar los corazones de los hijos que internan a sus padres en
asilos, y jamás los visitan...
Que
ellos puedan conocer un poco sobre el dolor de alguien
que siente lo que es ser abandonado...
***
La fecha puesta al fin de la última anotación, fue exactamente la del día en que aquella madre, olvidada y sola, partió para la otra realidad.
Tal
vez se haya dirigido para aquel jardín de sus sueños, en el que jóvenes
afectuosos y gentiles la conducen por senderos floridos, como hijos dedicados, distintos a los que un día ella acunó en los brazos
mientras estaba en la tierra.
Texto
original: Equipo de Redacción de Momento Espírita.
Versión
español: Roberto M.L.Roca/AD LITTERAM Tradutores Associados.