Momento Espírita
Curitiba, 31 de Outubro de 2024
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ícone Con los ojos cerrados

Vivimos en una sociedad en la que se valora mucho la imagen y lo que puede representar.

En la publicidad, los profesionales se esmeran en los detalles para llamar la atención de los clientes o socios, ofreciendo la imagen que creen ideal.

Las empresas cuidan sus piezas publicitarias y logotipos, deseando impactar positivamente con la imagen que transmiten.

En el ámbito personal, invertimos esfuerzos, en mayor o menor grado, en torno a nuestra propia imagen.

Algunos invertimos tiempo y valores de gran envergadura, recursos diversos para estructurar nuestra imagen para los demás.

Buscamos conquistar la admiración, el respeto o, por lo menos, la atención y los comentarios.

Detalles en los accesorios, en la marca de las ropas, en el cuidado de la piel, en la armonía del rostro, entre tantos aspectos para conformar nuestra mejor imagen para los demás.

Sin embargo, ¿nos hemos dado cuenta de que las cosas que más apreciamos, las disfrutamos con los ojos cerrados?

Cuando probamos nuestra comida favorita, aquella llena de recuerdos que nos remiten a momentos felices, ¿qué hacemos? ¡Cerramos los ojos!

Cuando abrazamos a alguien que hace mucho no veíamos y las añoranzas rebosan del abrazo, ¿cómo nos acurrucamos en el pecho ajeno? ¡Con los ojos cerrados!

Cuando escuchamos una canción que nos llena el alma, nos hace recordar a alguien o nos llena el corazón de paz, ¿qué hacemos a menudo? Cerramos los ojos.

Cuando la nostalgia por la persona amada nos aprieta el pecho y buscamos los recuerdos, las buenas memorias de ese amor ahora lejano, ¿qué solemos hacer? Cerramos los ojos.

Lo hacemos porque lo que hay de mejor habita en nuestro interior.

Por eso, cerramos los ojos, buscando los recuerdos, las memorias, los registros que llevamos en nuestro interior.

Sin embargo, aunque las cosas más importantes están dentro de nosotros, de un modo extraño, vivimos mucho más para el mundo exterior, para lo que está fuera de nosotros.

Damos demasiada importancia a las redes sociales, mientras que invertimos poco en nuestras conexiones internas, en los valores del corazón.

Nos aplicamos, intensamente, en la armonía de los colores y las prendas que vestimos, sin darnos cuenta de que hay mucha desarmonía en nuestro mundo interior.

Buscamos novedades y acontecimientos en las imágenes del mundo, sin tomarnos el tiempo de examinar lo que ocurre dentro de nosotros.

Sin duda, debemos vivir en el mundo, con sus reglas, exigencias y posibilidades. Eso es natural.

Sin embargo, también es necesario cerrar más los ojos.

Olvidarnos un poco más del mundo exterior para sumergirnos en nosotros mismos.

Evaluar nuestros sentimientos, organizar nuestros pensamientos, replantear nuestras prioridades.

Cerrar los ojos durante unos minutos, para calmar nuestra mente.

Es en esos momentos de reflexión interior, de meditación, cuando podremos mejor evaluar lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas.

Convirtiéndolo en un hábito, comprenderemos que vivir con los ojos abiertos al mundo es tan importante como cerrar los ojos para ver lo que hay en la intimidad de nosotros mismos.

Redacción del Momento Espírita
El 3.5.2023.

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