Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
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ícone El punto negro

Cuentan que un profesor preparó su clase extendiendo una gran sábana blanca en una de las paredes del aula.

A medida que los alumnos iban entrando, su curiosidad era despertada por aquel objeto extraño extendido delante suyo.

El profesor empezó la clase preguntando a todos qué veían. El primero que se manifestó dijo que veía un puntito negro, y fue seguido por los demás. Todos consiguieron ver el puntito negro que había sido puesto, adrede, en el centro de la sábana blanca.

Después de preguntar a todos si el punto negro era lo único que veían, y oír una respuesta afirmativa, el profesor hizo otra pregunta:

- ¿Ustedes no están viendo todo el resto de la sábana? ¿Consiguen ustedes ver solamente ver el pequeño punto negro, y nada dicen sobre la parte blanca, que es mucho más extensa?

En ese momento los alumnos entendieron el cometido de la clase: enseñar a ampliar y educar la visión para percibir mejor el conjunto y no estar atento solamente en los pormenores o en las cosas negativas.

Esa es, la mayor parte de las veces, nuestra forma de ver a las personas y situaciones que nos rodean.  Solemos dar un peso exagerado a las cosas malas, y poca importancia a lo que se realiza de bueno.

Si un amigo siempre nos trata con cortesía, con amabilidad y atención, y, en un determinado momento, nos trata de manera áspera, ¡listo!, todo lo que ha hecho hasta ahora se desmorona. Nos indignamos y el concepto que teníamos de él hasta entonces, cambia totalmente.

Es como si nuestros ojos solamente pudieran ver el pequeño punto  negro.

No llevamos en cuenta la posibilidad de que nuestro amigo o amiga esté precisando de nuestra ayuda. No nos damos cuenta de que quizás esté en dificultades y por eso nos trató de una forma distinta.

¡Hemos sido tan exigentes con los otros!

En cambio, si somos nosotros que estamos indispuestos, todos tienen que soportar nuestro mal humor, nuestra falta de cortesía.

Una pareja completaba 60 años de matrimonio y una de las nietas le preguntó a la abuela:

- Abuelita, ¿cómo has aguantado al abuelo hasta hoy? Él es una persona muy difícil de tolerar.

La abuela, con una serena sonrisa contestó a la nieta:

- Es muy sencillo mi hija mía. Siempre tuve conmigo una balanza imaginaria. Ponía en uno de los platos las cosas malas que tu abuelo hacía. En el otro plato de la balanza,   depositaba las cosas buenas. Y el plato siempre se inclinaba hacia el lado de las cosas buenas.

Nosotros también hacemos uso de la balanza imaginaria. Pero, en muchas ocasiones, el peso que atribuimos a las cosas malas no es proporcional, y la balanza se inclina más hacia ese lado.

De vez en cuando es importante aferir nuestra balanza, para verificar si no está desajustada, inclinándose mucho para el lado de las equivocaciones.

Sepamos valorar las buenas acciones.

No hagamos como los alumnos, que sólo veían el punto  negro en el centro de una enorme sábana blanca.

Eduquemos nuestra visión para percibir mejor las cosas buenas de la vida. Desarrollemos nuestra capacidad de ver y valorar todo lo que nos sucede de provechoso. 

¿Usted sabía? 

¿Usted sabía que los Bienhechores de la humanidad recomiendan que seamos severos con nosotros mismos e indulgentes con nuestro prójimo?

Contrariando tal recomendación, la mayor parte de las veces somos indulgentes con nosotros y muy severos  con las fallas ajenas.

Vale la pena meditar en las enseñanzas que nos llegan de lo Alto. Vale la pena que ejercitemos el perdón a los semejantes. Y vale también la pena que seamos más exigentes con nosotros, buscando siempre mejorar nuestro comportamiento.

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