Momento Espírita
Curitiba, 28 de Abril de 2024
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ícone Manos constructoras

No hay nada oculto que no llegue a ser revelado. Y nada en secreto que no salga a la luz del día.

Las anotaciones, hechas por el Evangelista Marcos, reproducen las palabras del Mesías para los días venideros.

Esas afirmaciones se confirman en nuestros días. Las leyes de la naturaleza van siendo descubiertas por los hombres, poco a poco.

El desarrollo de la física, de la química y de la astronomía ha desvelado velos que antes se creían misterios insondables. Producto de los dioses.

En la cultura nórdica, Thor es el dios consagrado al trueno y a las tormentas. Es la divinidad más fuerte de todos los dioses.

Entre los celtas, Taranis era uno de los dioses más populares. Dios del fuego y las tormentas.

La leyenda cuenta que el ruido de los truenos era causado por las ruedas de su carruaje y la luz de los relámpagos por las chispas que saltaban de los cascos de sus caballos.

Para los romanos, los rayos eran lanzas poderosas que Júpiter, el rey de los dioses, lanzaba contra los hombres.

Las ciencias han iluminado nuestra comprensión y hemos ido encontrando explicaciones razonables a los fenómenos naturales.

Ya no consideramos los maremotos y tsunamis como manifestaciones de la ira de Neptuno, el dios de los mares.

Sin embargo, hay detalles que sólo la sensibilidad de nuestras almas puede detectar, surgiendo ante nosotros como intuiciones.

Así es como componemos canciones que hacen referencia a un par de manos que construyeron las montañas. Un par de manos que formaron el mar.

Un par de manos que hicieron el sol y la luna, cada pájaro, cada flor, cada árbol.

Un par de manos que formaron los valles, los ríos, los océanos y la arena.

Esos versos representan una gran verdad. Fue a las manos generosas del Señor Jesús a quien Dios Padre confió la bola de fuego, desprendida de la nebulosa solar.

Fueron las manos de ese Gobernador Planetario las que labraron la escultura geológica y grandiosa de nuestra morada.

¿Será por eso que nos encantan las grandes montañas con sus extraordinarios bordados?

Los colores del suelo, de las rocas, de los miles de especies de la fauna, de la flora.

Bajo Su dirección, legiones de obreros divinos organizaron el escenario de la vida creando, bajo la mirada de Dios, lo indispensable para la existencia de los seres que vendrían a habitarla.

La ciencia del mundo no ha visto Sus manos augustas y sabias en la intimidad de las energías que vitalizan el organismo del globo.

Sin embargo, las almas sensibles han detectado Su paciente labor a lo largo de los milenios. Por eso han creado versos y ensalzan Sus manos fuertes.

Manos que nos protegen cuando la vida va mal.

Las manos de Jesús, el Divino Escultor. Pastor de nuestras almas. A Él debemos entregarnos cuando las dificultades nos parezcan difíciles de evitar.

¿Quién mejor para acogernos, para atendernos sino quién conoce, en detalle, las leyes que rigen todos los fenómenos de nuestra Tierra-hogar?

Las manos de Jesús. Manos constructoras, manos protectoras, manos que traducen el amor en la belleza de los detalles de una Tierra que una vez fue un planeta primitivo, que se desarrolla entre los mundos de pruebas y expiaciones y se encamina hacia la regeneración.

Belleza en el fuego, en el agua, en el aire.

Producto de las Manos Celestiales. Invisibles. Siempre protectoras. Manos de un Divino Escultor.

Redacción del Momento Espírita, con versos
de la canción One pair of hands, de Billie
Campbell y Mann Curtis; en el Evangelio de
Marcos, cap. 4, vers. 22 y en el cap. I del
libro
A caminho da luz, por el Espíritu Emmanuel,
psicografía de
Francisco Cândido Xavier, ed. FEP.
El 17.2.2023.

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